4.- Ultimo sitio.
He
pensado mucho sobre cual podría ser mi cuarto sitio favorito y, francamente, me
ha costado infinitamente más de lo que pensaba arrancarme este último lugar. De
hecho, creo que me voy a negar a llamarlo “último sitio”, creo que va a ser “otro
sitio”, realmente “otro más”. No creo, o eso espero, que este sea mi último
sitio favorito, es, simplemente, uno de mis lugares de descanso, otro de esos
sitios en los que me siento a ver pasar a la gente, a ver pasar el tráfico,
contemplándolo, como si de un ballet se tratara, un ballet miles de veces
ensayado y con una coreografía compleja y detallada, milimétrica en su
ejecución y desconocida para todos excepto para los “pilotos” de los vehículos
que transitan por el asfalto.
Es uno de esos rincones de Roma por
los que la gente pasa sin reparar en su belleza, sin pararse un minuto a
sentarse y mirar. Todos los que hemos ido alguna vez a la Cittá sabemos, por
experiencia, que hay tantas cosas que ver y tan poco tiempo… corremos de aquí
para allá siguiendo una guía, una indicación, una ruta preestablecida. Nuestros
pies (algunos en estado realmente crítico), se limitan a pulular por los
“sanpietrinos” con la mirada fija en algún punto enfrente, justo enfrente, “hay que llegar a… tenemos que estar en…, nos
cierran, seguro que nos cierran…” y volamos de calle en calle sin fijarnos
en lo que vamos dejando en el rincón, se nos pasa.
Por lo general, Roma es una ciudad en
la que se mira hacia arriba y hacia delante. Miramos los edificios, las
estatuas, los monumentos…, miramos hacia arriba para ver la altura y miramos
hacia el frente buscando nuestro nuevo destino, como mucho miramos hacia el
lado buscando un lugar en el que parar un momento a comer algo y continuar
nuestra loca carrera hacia la próxima captura, el próximo punto en ese mapa que
todos agarramos como a un salvavidas en cuanto nos lo entregan en la oficina de
turismo o en la recepción del hotel, una mapa con poder, nos entregan Roma en
un papel y nos señalan donde y cuando y todo parece fácil, de aquí hasta allí,
esto y esto luego, después comemos y luego… Joder! Si no somos ni capaces de
doblarlo como Dios manda!.
Mi Roma es otra. Mi Roma no se
pronuncia con “erre” de ruido o rápido, sino con “ere” de amor, es la ciudad de
los rincones, en mi Roma se mira hacia abajo y hacia atrás, se mira despacio y
se contempla, se escucha, se saborea… No se sabe cual va a ser la próxima
parada ni por qué, solo se va y se llega, aunque, a veces, no sea donde se
había planeado, pero cada nueva pérdida es un nuevo descubrimiento, cada calle
es una nueva aventura. No hay mapas, no hay rutas, no hay horarios, solo
tiempo, solo imágenes… Un banco en una placita, un escalón en una puerta, un
café en cualquier sitio y mirar a tu alrededor, a todo tu alrededor. Mi Roma es
perderse por el centro y descubrir una fuentecita que, oh sorpresa! es de
Miguel Angel o, tal vez de un primo suyo (te dice el comerciante de la puerta
de al lado dándose aires de sapientísimus)
y que importa, es bonita y a mi me gusta y el agua cae que parece que… Esto es
mi Roma y por este motivo me resulta tan difícil escoger cual es el cuarto
sitio favorito, no obstante, por elegir uno que me hipnotiza y en el que he
pasado muchas tardes sentado (devorando hasta tres helados seguidos…), elegiré…
ESCALERA ARACOELI.-
Situada
entre el Altare della Patria y el Campidoglio, en la esquina entre Piazza San
Marco y Via del teatro di Marcello y con 124 escalones (122 si empiezas a subir
por la izquierda), fue construida en 1348 y diseñada por Simone Andreozzi, según
algunos para conmemorar el fin de la epidemia de peste que asoló la ciudad,
pero es más probable que fuera con vistas al Año Santo de 1350.
En la Edad Media se convirtió en
centro civil y religioso de la Ciudad, vinculándose con nombres como Cola di Rienzo, que
solía arengar a las multitudes situado en esta escalera y que fue ajusticiado a
sus pies (hay un monumento del siglo XIX en el lateral derecho de la escalera,
entre esta y la cordatta) o con el príncipe Cafarelli, quien, dicen, que tiraba
barriles llenos de piedras a los extranjeros que dormían en ella.
Lo cierto es que es la perfecta ( y
única) forma de ascender hasta Santa María Aracoeli y que, según se dice, es
reflejo de la creencia medieval de que sólo se puede llegar a la salvación
mediante el sacrificio. Lo que si que es cierto es la creencia popular de que,
quien la suba de rodillas, será premiado en la Lotería Nacional…, lo que no se
dice es si es en la lotería italiana o en la española.
Como es natural, si hablamos de la
Escalera Aracoeli, es inevitable hablar de la iglesias que se alza al final de
esta “cuesta” de escalones, que, además, es una curiosa iglesias con una
historia más curiosa aún, comencemos…
SANTA MARIA IN ARACOELI.-
Situada en la parte más alta de la
colina capitolina y construida en el siglo IV, originalmente recibió el nombre
de Santa Maria in Capitolio, recibiendo, en el siglo XIV su nombre actual.
Se cuenta que esta iglesia está
construida sobre el Ara
primogeniti Dei que el emperador Augusto hizo construir en el
lugar en el que la sibila Tiburtina le profetizó la llegada de Cristo, “Por esta razón las figuras de Augusto y de la sibila tiburtina se
encuentran pintadas a ambos lados del arco sobre el altar” (dice una antigua guía sobre Roma de
mediados del siglo XII). Lo cierto es que esto no es más que una leyenda,
bonita, pero una leyenda… Lo que si es más probable es que esté construida
sobre el templo de Juno Moneta
o, incluso, sobre la antigua sede de los augures (auguraculum), lo que si es
seguro es que se asentó en el espacio dejado por una antigua abadía bizantina.
Pasando por diversas ordenes religiosas, fue entregada, en un primer momento a
los benedictinos y, posteriormente, a los franciscanos, manteniendo, en todo
este tiempo, su aspecto románico austero, sobre todo porque la fachada no llegó
a terminarse nunca.
En 1797,
durante el periodo de la República, llegó a ser convertida en un establo, pero,
actualmente, aunque el exterior sigue siendo igual de sobrio, el interior es
digno de ser visitado. Con una estructura conformada por arcos que dividen la
nave central de las laterales, apoyados en 22 columnas de distintos tipos que
fueron “distraídas” de diferentes monumentos de la antigua Roma. En 1571, Santa
María en Aracoeli albergó las celebraciones en honor de Marcantonio Colonna después de la victoriosa
batalla de Lepanto sobre la flota turca. Para conmemorar la ocasión, el techo
compartimentado fue dorado y pintado (se acabó en 1575), para agradecer a la
Virgen la victoria. No debéis perderos las capillas laterales, contienen obras
de artistas tan famosos como Pinturicchio, Donatello o la tumba de Cecchino
Bracci, diseñada por su amigo Miguel Angel. Allí se conserva también las
reliquias de Santa Elena, madre de Constantino el Grande. Pero ahora viene lo
bueno, el suelo es del estilo Cosmatí o
cosmatesco… claro, ahora viene la pregunta “¿qué es esto del estilo Cosmatí que, además, lo he leído en muchas
referencias, sobre todo tocante a iglesias?”, pues os lo voy a explicar,
que es muy sencillo y así cuando veáis una de estas decoraciones podréis
“abusar” de los incautos que os acompañen y apabullarlos con vuestros
conocimientos arquitectónicos…
Veréis, en
principio, Cosmati no es más que el apellido de una familia famosa por sus
decoraciones en mármol que creaban cogiendo mármol de antiguas ruinas romanas y
colocando fragmentos en decoraciones geométricas. Visto así parece simple,
verdad?, bien, a eso añadiremos que este nombre, cosmati o cosmatense, se
aplicó a una forma de decorar los suelos típico de la época medieval italiana y,
concretamente, romana, aunque un estilo similar puede verse en el pavimente de
la abadía benedictina de Monte Cassino, construida usando trabajadores de
Constantinopla y, también, es probable que el estilo geométrico utilizado
estuviera muy influido por el arte decorativo árabe, cuya religión prohíbe la
representación de figuras y se basa, por
tanto en un estilo muy geométrico.
El caso es que el estilo de Laurentius y sus hijos (Jacobus, Luca, Deodatus y Johannes, que ayudaban a papá en el trabajo), fue copiadísimo en la época y ahora se puede ver en muchos suelos por toda Roma y fuera de ella (la Abadía de Westminster es un ejemplo de este tipo de decoración).
Se que me está saliendo muy largo este post, pero no puedo evitarlo, hay tanto que contar... En cualquier caso, no nos podemos ir de Santa María in Aracoeli sin hablar de el "Santo Bambino" (el Bambinello como dicen otros). El Santo Bambino es una talla en madera del niño Jesús, según parece de madera traida del herto de Getsemaní (Jerusalem) el cual tiene famade ser muy milagroso, y que hace que, aún hoy, llegen cartas a la iglesia con la única indicación de "al Niño Jesús. Roma"...
La fama de este Bambinello es tal que ha dado lugar a muchas leyendas a su alrededor, como la que cuenta mi admirada Paloma Gómez Borrero en su libro: "Los Fantasmas de Roma" y que voy a intentar (siempre con el mayor de los respetos) reproducir aquí de una manera sencilla: Resulta que era costumbre que las familias de alto abolengo pidieran prestada la milagrosa talla para ponerla en la cabecera de la cama de sus enfermos, así lo hizo el Cardenal Escipión Borghese, pero, una vez recueperado de su enfermedad, Su Eminencia quiso pasarse de listo y envió de vuelta una copia casi perfecta, en lugar del original. Nadie se dió cuenta del "cambiazo" hasta que, una noche lluviosa, resonaron en la puerta del convento unos fortísimos golpes, cuando los monjes acudieron a abrir, lo único que encontraron en el umbral fue la talla original del niño Jesus que había vuelto a casa por su propio pie... El Cardenal intentó reparar su fallo y entregó la copia al pueblecito de Giulianello, restableciendo así la calma.
La talla fue robada en 1994 de la iglesia de Santa María sinq ue, hasta la fecha, se hlla conseguido saber quién o como lo hizo y, por su puesto, no se ha recuperado al niño Jesús, así que, lo que vemos hoy es una copia. No obstante, en Giulianello tienen una teoría y esta es que, el original del Bambinello lo tienen ellos, el Cardenal volvió a dar el "cambiazo" al devolverlo y les entrego a ello el original...
No me gustaría terminar este post sin hacer referencia al libro que he mencionado antes: "Fantasmas de Roma" de Paloma Gómez Borrero que, junto con su "Caminando por Roma" os aconsejo que leais, son realmente instructivos y muy divertidos, aunque puede que el primero os cueste algo encontrarlo, porque creo que anda ya descatalogado.