sábado, 6 de abril de 2013

CUATRO DE MIS SITIOS FAVORITOS DE ROMA II.



3.- Plaza Navona (Piazza Navona).

 

               
                Hoy, antes de decirdirme sobre cual iba a ser el tercer “lugar favorito” que os iba a enseñar, he estado releyendo (lo leí cuando lo subió al blog y os aconsejo que lo hagáis vosotros lo antes posible) la publicación de mi amigo Hyperion “Metáfora”, lo cual me ha intimidado mucho a la hora de sentarme y contar algo sobre Piazza Navona… Me gustaría, sinceramente, tener su pluma fácil y poder transmitir con esa precisión y esa belleza lo que siento sobre este “lugar”, pero supongo que Dios (o quién corresponda) me tiene reservada otra gracia que, para mi infortunio, aún no he descubierto y que, está claro, no es la de perderme en el vericueto de las palabras contadas tan magistralmente… Yo, en su lugar (digo en lugar de maravillear con el lenguaje, no en lugar de Hyperion, Dios me libre), me voy a limitar a, además de invitaros a presenciar el espectáculo que se desarrolla en esta PIAZZA cada día y cada noche, a contar un poco que es, cual es su historia y que no te puedes perder, porque, como decía un amigo mio, si te pierdes esto te paran en la aduana y no te dejan volver.

            Navona es uno de esos sitios típicos que salen en las postales y que todo turista que ha visitado Roma  jura conocer, aunque solo la conozca por los tartufos que se ha “merendado” en el gran Caffe Benini o en el Ai Tre Tartufi (aunque yo soy más amigo de lugares un poco más “recónditos”), o por la Fuente de los Cuatro Rios y los quioscos de caricaturas que se instalan en el centro de la plaza…, pero Navona es más, mucho más, es Bernini, es Borromini, es Pamphili, es Roma (la actual, la barroca y la clásica), Navona es un centro de reunión, es un lugar neurálgico de la Cittá. Navona es la evolución de una ciudad, un sitio mágico, un lugar para descansar los pies, que no la vista y, de noche… Navona se convierte en un teatro donde se escucha música, se ven malabaristas, se respira el arte.

            Tendría que decir que Piazza Navona no es solo eso, una plaza, es mucho más, Navona es Governo Vecchio, es Corso del Renascimento, es Santa Maria Dell’Anima, es todas las calles que la rodean y que le dan ese sabor especial que la hace irremplazable e inolvidable. No podeis limitaron a recorrer Navona de una esquina a la otra y luego continuar vuestro camino, como si nada, con otra marca en vuestro mapa de “cosa vista”, hay que adentrarse, hay que perderse e investigar. Para mi, Piazza Navona comienza en Campo de Fiori y termina en el Tiber, desde Panteón hasta Ponte Sant’Angelo, es, en definitiva, todo un barrio, es un conjunto cuyo centro es el famoso Circo de Domiciano…, pero comencemos.
            Os contaré que, como ya he mencionado, el origen de la plaza se remonta a finales del siglo I, cuando Domiciano (Tito Flavio Domiciano, el último de los Flavios, los que construyeron el Coliseo), llevado por su afición a los juegos griegos, construyó allí su Circus Agonalis que, con forma de “U”, servía para pruebas de atletismo, así como unas gradas de piedra con cabida para 15.000 espectadores. Esto nos da la forma tan característica de la plaza, además, nos da una idea del nombre actual, de Agonalis, se pasó de Agon (pruebas atléticas) a In Agone y de ahí a Navone.

                En 1477, el Papa Sixto IV, trasladó hasta aquí, desde el Campidoglio, el mercado central, lugar donde permanecería 390 años (posteriormente se trasladó a Campo de Fiori). Esta es una tradición que se recupera cada Navidad, cuando, desde diciembre, la plaza se llena de quioscos con figuritas, juguetes y demás productos típicos navideños.

            La actual configuración de la plaza data de 1640, cuando Inocencio X (miembro de la familia Panphili y cuñado de la inenarrable Donna Olimpia, la cual tiene un curioso “affaire” con el “Pasquino” que luego contaré, si me acuerdo) trasladó su residencia familiar aquí, un plan que incluía el palacio, una elaborada fuente y una iglesia… El resultado fue el Palazzo Pamphili, obra de Girolamo Rainaldi y su hijo Carlo (y que, actualmente, ocupa la embajada de Brasil), la iglesia de Sant’Agnese in Agone y la Fontana dei Quattro Fiumi.


            Por cierto, un dato curioso, veréis (no lo veréis, pero yo os lo digo que para eso estoy) , la plaza es cóncava y en verano cerraban los aliviaderos de las fuentes por lo que estas rebosaban de forma que la plaza se convertía en una especie de “gran piscina” en la que la gente podía refrescarse en los días calurosos… No os creáis eso que dicen en algunas guias que en esta plaza se realizaban simulaciones de batallas navales (naumaquias) y tal, eso no es cierto, si que se celebraban carreras de caballos y alguna que otra competición (no como la famosa carrera de caballos de Via del Corso, pero…)


     La Fontana dei Quattro Fiumi (de los cuatro ríos), diseñada por Bernini, fue inaugurada en 1651 y costó 29.000 escudos que Inocencio X consiguió aplicando un impuesto sobre el pan. Sus cuatro gigantes de piedra representan a los cuatro grandes ríos conocidos por entonces (coincidiendo con los cuatro puntos cardinales o los cuatro continentes conocidos): el Ganges, el Nilo, el Plata y el Danubio. Sobre estos y, en una formación imitando una cavidad rocosa, que da la impresión al espectador de que flota en el aire, un obelisco Egipcio (llamado Agonale) de 16 metros de altura que perteneció al Circo de Majencio y que fue encontrado en la Vía Apia. 

            De todos es conocida la supuesta rivalidad ente Bernini y Borromini, pues bien, en esta fuente existe la leyenda de que dicha rivalidad fue llevada a piedra, veréis, la fuente, como ya he dicho antes, es de Bernini, pero la iglesia que está justo frente a esta es Sant’Agnese in Agone, de Borromini, supuestamente (según la leyenda, ya digo), Borromini quería ser el encargo de construir la fuente central, pero Bernini lo ganó, según se dice, gracias a que supo adular convenientemente a Donna Olimpia (esto no es cierto, luego lo explicaré), el caso es que cuando Bernini vió la iglesia criticó a Borromini con que la había recargado tanto que, en cualquier momento, se colapsaría y se caería y para dejar constancia de esto, diseñó al Orinoco con la mano extendida hacia la iglesia como diciendo “Dios, esto se me cae encima en cualquier momento” y al Nilo con una venda en los ojos para no verla caer…, dice esa misma leyenda que, cuando Borromini vió la expresión de los “titanes” de la fuente, colocó justo en la parte superior de la iglesia a Santa Agnese con la mano en el pecho y gesto compungido como diciendo: “No caeré, nunca caeré…”. Esto es lo  que dice la leyenda, la cuestión es que la fuente se terminó bastante tiempo antes que la iglesia (la fuente fue terminada en 1651 y la fachada de Santa Agnese se empezó en 1657), por lo que es imposible que pasara como cuenta la leyenda. No debéis perderos girar entorno a la fuente y descubrir todos los animales y plantas que Bernini escondidas entre la masa rocosa, principalmente los siete animales principales, sin contar con la pequeña paloma que es el símbolo de la familia Pamphili. Os diré cuales son a ver si dais con todos: León, cocodrilo, serpiente de mar, caballo, serpiente de tierra, delfín y dragón… Ala, a buscar…

            Sant’Agnese in Agone, Se cree que la iglesia se construyó sobre un antiguo burdel donde Inés, una doncella cristiana de 13 años del siglo IV, que no aceptó las proposiciones del hijo de un oficial romano, fue obligada a desnudarse totalmente. La historia cuenta que el pelo de Inés creció tanto y tan deprisa que cubrió su desnudez, tras esto fue martirizada y está enterrada en las catacumbas que llevan su nombre en la Via Nomentana.


            La historia real de la iglesia es la historia del temperamental Francesco Borromini. Comenzó a construirse, como ya he dicho, por encargo del Papa Inocencio X en 1652, por los arquitectos Girolamo y Carlo Reinaldi, que fueron sustituidos (según se dice por “sugerencia” de Donna Olimpia) por Borromini, que mantuvo poco más o menos el esquema diseñado por los Reinaldi, cambiando la fachada y dándole el aspecto cóncavo que tiene, diseñando, igualmente, la eliminación del vestíbulo y el edificio a ambos lados de la fachada de dos torres bajas que no obstruyan la vista la cúpula, apoyada por un alto tambor, que culminó con un farol rodeado por dieciséis columnas. A la muerte de Inocencio X (7 enero 1655), su sucesor, Alejandro VII estableció una comisión para investigar los posibles errores de Borromini. La relación entre el cliente y Borromini se hizo cada vez más difícil y esto le obligó al abandono de la obra. Llamado, nevamente, Carlo Rinaldi para terminar la obra, cambió el proyecto al hacer cambios significativos en las torres, linterna y la campana, lo que elimina toda la fantasía expresada por el Borromini. No obstante, Donna Olimpia (nuevamente), en 1667 consiguió convencer al maestro Italo-suizo para que terminara la iglesia.

            En fin, muchas son las cosas que hay que admirar en la plaza y en la zona: El palazzo Pamphili, Santa Maria della Pace, Sant’Ivo alla Sapienza (increíble obra de Borromini convinando en sus paredes superficies cóncavas y convexas, se encuentra en el patio del Palazzo della Sapienza, antigua sede de la Universidad de Roma). Gran excursión esta para los amantes de la obra de Borromini…

      Pero me gustaría hacer una pequeña parada en una placita situada junto a Navonna, en Piazza di Pasquino. Es una pequeña plaza situada al principio de la Via del Governo Vecchio. En una esquina se encuentra un trozo de mármol que es todo lo que queda de un conjunto escultórico que representaba la escena de la Iliada de Homero en la que Menelao cubre el cuerpo muerto de Patroclo… El caso es que queda parte de un busto que, durante años, estuvo abandonado por las calles medievales y que fue puesto en la esquina en la que se encuentra ahora, justamente junto a la zapatería de un tal Pasquino, un tipo muy “locuaz” y que, dado que la libertad de expresión no estaba permitida en la Roma de los Papas, pues decidió escribir sus críticas y pegarlas en la estatua. Como es natural, otros romanos no tardaron en imitarlo y pronto la estatua quedó cubierta de toda clase de críticas sociales que, a pesar de que las autoridades se empeñaban en limpiar cada día, los ciudadanos pegaban, al amparo de la oscuridad, cada noche… Esto hizo de la estatua (que desde entonces tomó el nombre del zapatero) Pasquino, una de las primeras “estatuas parlantes” de Roma, pero no la única (existen, al menos, cuatro más por toda la ciudad, a saber: Pasquino, Madama Lucrezia, Marforio, Fuente del Babuino, Abate Luigi, y la pequeña fuente del Facchino).

                Se cuenta que, no sólo los papas y los obispos se convirtieron en las víctimas favoritas de los pasquines, sino también a las celebridades de la época, y los líderes de la vida política. Maidalchini Donna Olimpia, la hermana de Inocencio X y verdadera política en la sombra en la primera mitad del siglo XVII (por lo que fue apodada irónicamente Papa Joan, o peor aún "Pimpaccia"). De ella se decía que hacía todo lo bueno y todo lo malo que estaba en sus manos para conseguir, por todos los medios, consolidar su inmensa riqueza. A ella le fue dedicada la famosa sátira que con un brillante juego de palabras en latín, devolvió el nombre de "Olim-PIA, NUNC-impía" (En otro tiempo piadosa, ahora impía). A pesar de la promulgación de leyes represivas, con el riesgo de muerte, los estudiantes de las universidades cercanas y escritores de los siglos siguió dando lugar a la única y verdadera voz de la oposición al poder ilimitado de los papas (pasquín celebró la muerte del Papa Clemente VII, con la exposición de una caricatura de su médico, considerado en parte responsable de la muerte, acompañado de las palabras " que quita el pecado del mundo").


           
            Os diré, por cierto, que si os gustan las pizzas, en esta plaza encontraréis uno de los sitios más auténticos de Roma para poder comerlas, se trata de Baffetto, un lugar de lo más genuino, con sus mesas corridas compartidas (como es costumbre) y con unas pizzas geniales. También, pero esto ya en Via del Governo Vechio, se encuentra otro sitio genial llamado Mimi E Coco, un lugar genial y familiar para pasar un buen rato (me lo ha recomendado mi amigo Serafín y lo probaré en la próxima visita, pero me fio de él y lo recomiendo yo también). Además, en la misma Plaza Navona hay una de las que, para mi, es de las mejores tiendas de juguetes que he visto, se llama Al Sogno y os aconsejo que la visitéis, aunque solo sea para mirar, impresionante la colección de peluches y la decoración de la tienda en general…

            En fin, que deciros de este trozo de Roma que tanto ha influido en su historia moderna y que tan difícil es de describir y contar… Solo me remitiré a lo que dije cuando comencé, no te la puedes perder, si no has andado la plaza y sus alrededores, no has estado en Roma…

domingo, 31 de marzo de 2013

CUATRO DE MIS SITIOS FAVORITOS DE ROMA. I



         No puedo evitar recordar Roma cada vez que veo una imagen, oigo una sirena de algunas ambulancias o, simplemente, cuando me preguntan si me pierdo, donde deberían buscarme…

            Hay demasiadas cosas de Roma que me gustan y no todas por el mismo motivo, cada sitio tiene un por qué o un momento especial que me lo evocan, a veces no es, ni tan siquiera, un sitio, es un olor, un sonido, un color… Dicen que Roma produce dos sentimientos totalmente encontrados, o la odias o te enamoras de ella para el resto de tu vida. Muchos son los que se han enamorado, poetas, pintores, músicos y… gente normal, como yo.

            Para mi Roma es “mi casa”, es el lugar donde quisiera estar cada día, es el sitio en el que me gustaría descansar por siempre. Llegar a Roma es llegar a mi sitio, es conocerla y entenderla sin haberla escuchado, su gente me resulta tan cercana, tan lógica, tan comprensible como los que me rodean a diario en la ciudad en la que vivo. Sin embargo, mi sentimiento hacia ella es tan contradictorio como inexplicable, estoy deseando ir y, cuando estoy, deseo marcharme, quizá porque se que, un día, iré y no seré capaz de volver. Cada vez que voy me asalta el pensamiento de quedarme, de no volver a mi “casa prestada”, de entrar a formar parte del bullicio que recorre sus calles, de perderme para siempre en el Trastevere o en el Ghetto y no volver a salir más, de buscar un rincón y quedarme ahí, sin moverme, casi sin respirar, para que nadie me encuentre, hasta que se olviden de mi.

            Mi Roma no es diferente a la de cualquiera, a pesar de no parecerse en nada a lo que el resto ve, es íntima, es entre ella y yo, hablamos bajito, susurrando y nos entendemos casi con mirarnos, sabe lo que busco y me lo entrega, poquito a poco, para no saciarme por completo y dejarme siempre con ganas de volver a verla… Se lo que quiere y trato de complacerla en cada visita, como un amante ideal, acaricio cada una de sus calles mirando al resto de los transeúntes con celos “no la toquéis!, es mía…” La duermo cada noche con la única esperanza de despertarla cada mañana. La recorro suavemente, con delicadeza, con pasión, tratando de empaparme de cada uno de sus callejones como si fuera la primera vez. Me pierdo y me encuentro solo por el puro placer de volver a perderme. Me siento y espero a que el resto de su vida pase por delante de mis ojos, como un niño asombrado, expectante…
 
            Muchas veces me han preguntado por qué Roma, que es, que tiene… no se explicarlo, no se, ni tan siquiera, explicármelo, pero algo dentro de mi me lleva a la Cittá, algo me hace seguir peregrinando cada vez que consigo un par de euros y, después, regreso a España solo con la sensación de que la he dejado, de que he huido, de que me espera nuevamente, de que tengo que volver lo antes posible y hablar nuevamente con ella, recuperar aquella vieja conversación que, siempre, dejamos a medias cada vez que parto y que, tengo por seguro, nunca terminaré…

            Pero hay sitios  de la Cittá que guardo para mi, únicamente para mi, sitios en los que me siento tranquilo, en paz. Sitios a los que huyo mentalmente cuando la vida diaria me harta, sitios que visito continuamente y que añoro. Sitios de los que no puedo huir y a los que rindo pleitesía cada vez que el devenir me permite volver a “casa”. Son cuatro (realmente son cientos, pero los representaré en estos cuatro) y, advierto, no hay que esperar mucho de ellos desde el punto de vista turístico, ya digo, son personales, particulares.

1.- Jardín de la Torre de la Milicia (Giardino delle Milizia). (Situacion en Maps)


                Situado junto a La torre de la Milicia y dentro del conjunto arqueológico de los Mercados de Trajano. Es un pequeño jardín con un banquito situado justo a los pies de la torre. Es un lugar poco visitado y que ha estado cerrado al público hasta hace bien poco, la nueva restauración y organización del conjunto arqueológico (no os lo perdáis, es increíble), lo han sacado nuevamente a la luz. Un trocito de tranquilidad que queda justo al lado de la iglesia de Santa Catalina de Siena, en la Via IV Novembre. Tendréis que buscarlo, pero, una vez que lo encontréis, disfrutad, es como ver pasar la vida desde fuera…, sentados en el jardín, desde lo alto, ves como la modernidad pasa a toda prisa un poco más abajo, en la calle y, al fondo, el palacio del Quirinale, es como un poco irreal, ya veréis.


            Os contaré alguna cosita de la Torre de la Milicia, ya que estamos aquí. Es una tigua torre medieval de planta cuadrada y actualmente tiene una altura de casi 50 metros. Un terremoto ocurrido en el año 1348 causó el derrumbe del piso superior y que la torre quedase levemente inclinada. Originariamente formaba parte de un conjunto de edificaciones fortificadas agrupadas en torno a un tribunal.  También es conocida como "Torre de Nerón", ya que la tradición afirma que desde la misma el emperador Nerón vio el incendio de Roma. Esta tradición deriva de la descripción clásica que dice que él observaba el incendio desde una torre en los Jardines de Mecenas. Su posesión fue pasando de familia noble en familia noble hasta que en 1.919 fue comprada por la congregación de Santa Caterina de Magnanapoli que se encontraba al lado, aunque luego fue demolido.


2.- El jardín de los naranjos. (Situacion en Maps)


                Si continuamos caminando desde Santa María in Cosmedin por la Via Santa Maria in Cosmedi (que es la continuación de Via Petroselli), con el Padre Tiber a nuestra derecha, a unos 100 metros de la iglesia encontraremos una pequeña cuesta adoquinada llamada Clivio di Rocca Savella, al final de esta hay una cancela incrustada en un viejo muro medieval que, antaño, formaba parte de la fortaleza de la poderosa familia Savelli, esta cancela (esta cancela está, a veces, cerrada, bastará con terminar de subir la cuesta y torcer a la derecha, ahí hay otra entrada, justo al lado de Santa Sabina) nos da acceso al Parco Savello o, como todo el mundo lo conoce Parco degli Aranci (Jardín de los Naranjos), llamado así por los naranjos (obviamente) que San Doménico (fundador de la Orden de los Dominicos) trajo desde España en el siglo XIII.

            Situado junto a la Iglesia de Santa Sabina, considerada uno de los templos Cristianos más antiguos de Roma (fue fundada en el siglo V por Pedro de Iliria), posee una de las mejores vistas panorámicas de Roma, pero es, además uno de los sitios más tranquilos de la Ciudad. Se dice que, hace unos mil años, el emperador germánico Otón III contemplo y supervisó la construcción de la Iglesia de San Bartolomeo, en la Isola Tiberina. Lo cierto es que contemplar Roma, el Tiber, San Pedro… sentados sobre un fuerte olor a azahar (en primavera, se entiende), te hace sentirte la persona más afortunada del mundo, alguien especial y, si encima tenéis la previsión de ir a primera hora de la mañana (recordad que en Roma amanece y anochece una hora antes que en España, por lo que es recomendable no salir del hotel más tarde de las 8,30 horas), el espectáculo es como para no ser capaces de contarlo luego, que es, más o menos lo que me pasa a mi…

            A pocos metros de este precioso Parco, se encuentra la también famosa Piazza deli Cavalieri dei Malta, con sus obeliscos, su Villa del’Ordinedei Cavalieri di Malta, creación de Piranesi (el cuál se encuentra enterrado en la iglesia que hay en su interior) y el famoso Buco di Roma (buco es agujero, pero en este caso es agujero de cerradura), por el que, al asomarse, pueden verse tres estados a un tiempo, el Italiano (pisamos suelo romano), el de la Orden de Malta (no olvidemos que estamos en la puerta de la embajada ante la Santa Sede y que, en la actualidad, es reconocida internacionalmente por las naciones como un sujeto de Derecho internacional, por lo que tiene estatuto de extraterritorialidad) y, al fondo, el Estado Vaticano (la cúpula de San Pedro), en fin, una de esas curiosidades que tiene esta Ciudad…

            Y, aunque hablaré de este barrio en otra ocasión, no puedo dejar de aconsejaros que os dediquéis a “perderos” por el Aventino, que, a pesar de gozar de la peor de las famas en tiempos del Imperio, actualmente es un delicioso barrio residencial con una tranquilidad que asombra dentro de Roma… Yo tengo promesa hecha, en cuanto que me toque una primitiva, casa en el Aventino!