1ª PARTE.-
Hacía
tiempo que venía planeando este viaje, casi un año diría. Un fin de semana en
Roma, pero yo solo, sin límites de tiempo ni de espacio, a ver de lo que era
capaz... Tenía una idea primordial, hacer fotos, muchas fotos, todas las que
pudiera hacer o que la máquina me permitiera, así que preparé mi Sony alfa 330,
dos objetivos un 50-75 y un Tamrom 75-300 con macro que me había conseguido
negociar por un precio muy interesante, a eso le uní cuatro tarjetas de memoria
de 4 gigas cada una y cuatro baterías (esta vez no me iba a quedar sin pila a
mitad de camino). De forma que, como ya he dicho, la idea general era hacer
muchas fotos, pero, como es lógico, otra idea secundaría guiaba mi viaje:
Conseguir salirme de “carta”, esto es, pasar de forma rápida por lo que son los
“circuitos oficiales” que todos hemos visto y explorar nuevas rutas, nuevos
sitios que, si bien, se recomiendan en casi todas las guías e incluso son muy
visitadas por turistas y curiosos en general, por diferentes motivos, yo aún no
había conseguido ver...
Quizá
debería mencionar que, por regla general, mis viajes empiezan unos meses antes
de que se produzca en sí, esto es, la preparación del viaje es una de las
partes que más me divierten y siempre he considerado que, sin hacer
menosprecios a la improvisación a la que se debe echar mano en cada viaje (y en
Roma más), me gusta saber cuales son los horarios de vuelos, trenes,
monumentos, posibles rutas de “exploración”, alternativas a estas rutas y,
principalmente, lo que yo llamo “puntos de anclaje” esto es, lugares en los
que, en un momento dado, puedes acudir a comer, a pasar un rato de descanso y,
como no, lugares de obligada visita (foro romano, Piazza del Poppolo, Piazza
Navona, Il Delfino, etc...).
Al
contrario de lo que suelo hacer normalmente, esta vez escogí un vuelo que salía
de Málaga a las 12,30 horas pm y digo “contrariamente a lo que suelo hacer” ya
que, por regla general, me gusta coger el vuelo de las 6,30 de la mañana, que
llega a Roma a las 11,30, con una parada en Madrid o Barcelona... Pero en esta
ocasión, como digo, escogí un vuelo directo de la empresa Vueling, que salía de
Málaga a las 12,30 horas y llegaba a Roma a las 14,50 horas, lo que me daba
tiempo, no solo a dormir un poquito más, sino también a preparar con
tranquilidad la maleta esa misma mañana y repasar los últimos planes de
“invasión y ataque” a la capital italiana.
Aquí
me gustaría hacer un inciso en dos cuestiones de carácter logístico, verás, se
me planteaba un problema de transporte, como es natural, debía transportarme
de casa al aeropuerto y, al ser día laborable y a la vista de la hora de salida
del vuelo, no podía fastidiar a nadie la jornada laboral haciéndole que me
llevara al aeropuerto. Por otro lado, la opción del taxi me resultaba
excesivamente cara (20 euritos por la carrera), así que opté por la opción de
llevarme mi propio coche y contratar uno de estos servicios que te recogen el
coche en la puerta de embarques, se lo llevan a un garaje y cuando vuelves,
previa llamada al número indicado, te lo vuelven a llevar a la puerta de
embarque, entregándote el vehículo lavadito y todo, concretamente, en mi caso,
utilicé los servicios de 1-parking... Francamente, me resultó genial, 24
euritos por tres noches de “hotel de coche”, me lo devolvieron en perfecto
estado, lavadito y todo a las horas indicadas (incluso antes en los dos casos),
en fin, un servicio muy recomendable. La segunda cuestión era el check-in, como
ya he dicho antes, el vuelo lo tenía contratado con Vueling que da la opción de
hacer el check-in on line (eso si, procura hacerlo una semana, como mucho,
antes del vuelo, que si lo haces antes, te cobran) y, como era la primera vez
que utilizaba este servicio, pues estaba un poco liado..., el resultado?,
genial!, te imprimes en casa la tarjeta de embarque y directo al control de
seguridad de la puerta de embarque, no hay que pasar por el mostrador de
facturación (bueno, si llevas solo, como fue mi caso, equipaje de mano o de
cabina, si no tendrás que facturar, como es natural) y, además, otra ventaja,
NO HAY QUE ESTAR DOS HORAS ANTES EN EL AEROPUERTO!!!, en el caso de Roma, con
que estés 45 minutos antes del vuelo es bastante (recuerda que, por regla
general, los embarques se realizan unos 30 minutos antes de la salida del
vuelo). El problema que tiene esto es que yo tengo un defecto que, algunos,
consideran grave y es que siempre llego antes de tiempo a todos lados, es
decir, si he quedado a las 10 yo estoy en el lugar a las 9,45, por lo que, como
es normal, llegué al aeropuerto con antelación y, es más, llegué con antelación
a la antelación, esto es, ya tenía el chip montado de “las dos horas antes”
(que cuando se coge una costumbre cuesta dejarla...), de forma que me “chupé”
dos horitas y pico de espera en la terminal de salidas (aproveché para comprar
el National Geographic Historia, para que engañarnos y tomarme un cafelito...).
Total,
hasta ahora todo correcto, en su momento y conforme a lo planeado. El vuelo, la
verdad, se me pasó, valga la redundancia, volando, pero, claro, me quedé
dormido nada más despegar (me pasa como a mi hija con el coche, que es sentarse
y, aunque solo sea para ir del cole a casa, se queda dormida, que no se que va
a hacer cuando diga de sacarse el carné de conducir...), de forma que me
desperté sobrevolando Sicilia y de ahí a Roma, un paseo...
Antes
de continuar, me gustaría decir que, yo, en Roma, no soy muy de hoteles, me
gusta más la opción apartamento, por varios motivos, pero los dos principales
es que, quizá por suerte, siempre he pillado unos apartamentos geniales y
situadísimos y, quizá también por mala suerte, las dos veces o tres que no lo
he hecho y he optado por hotel, me han tocado unos hoteles horrorosos y bastante
lejos del centro, así que, esta vez contraté un apartamento por mediación de
mis amigos de EN ROMA, empresa que os recomiendo de todo corazón, no solo para
la gestión de la estancia (ya sea apartamentos u hotel), como para cuestiones
de guias, rutas, excursiones y demás... Una familia (me gusta pensar que son
eso, familia) preparadísima, competentes y simpáticos... además, es de mi amigo
(y seguro que vuestro en cuanto lo conozcais) Alberto.
En
fin, tras esta pausa publicitaria (jejejeje), sigamos con el periplo que
habíamos dejado en la estación comprando en la máquina auto-expendedora el
billete a Termini... Os voy a hacer una aviso de seguridad, veréis, estas
máquinas son sumamente fácil de utilizar, además, tienen la opción de escoger
el idioma español, lo que facilita más las cosas, pero, no tanto en Fiumicino,
como en Términi, hay una serie de individuos que se han especializado y
“ayudar” a los turistas a sacar su
billete, haciendo que crean que es sumamente difícil y que, además, como son en
italiano, no las van a entender... bien, no os dejéis engañar y huid de estos
“buenos samaritanos” OS VAN A COBRAR LUEGO! y no aceptan menos de diez euros
los tios bribones, en realizar una simple operación que, os lo aseguro, podéis
hacer vosotros mismos sin ningún problema, de forma que, no les hagáis caso e
indicadles amablemente que se vayan a molestar a otro sitio. Francamente, es
una pena ver como tratan de hacerse pasar por amigables tipos dispuestos a
ayudar al pobre turista que no se entera de nada (algunos incluso se hacen
pasar por operarios de la estación contratados para eso) y luego le largan al
turista de turno que les tiene que dar diez euros por la gestión, a boca jarro,
sin aviso ni nada... Aunque siempre podéis hacer como hizo un español (no podía
ser de otra forma) que sacaba el billete para Florencia en la máquina de al
lado mia, que se dejó ayudar por estos “amigos” y cuando el tipo le pidió los
diez euros por la gestión, el paisano, ni corto ni perezoso, se lo quedó
mirando y le soltó “diez euros?, te voy a dar una mierda a ti, chaval!” y se
largó dejando al otro con tres palmos de narices...
Continuemos, después de haber sacado el billete (14 euros, recordad) y relajarme un poco viendo ir y venir a la gente, recordé que es IMPORTANTÍSIMO, validar el billete en las maquinitas que hay en los andenes (meter billete en ranura por abajo, en la dirección que indica en uno de los bordes “validatione”..., no intentar pasar el código de barras por el supuesto lector de la parte delantera, frotando el billete con fruición como esperando que salga un mago de la maquinita y te de paso, ni liarse a dar gritos en mitad de la estación manifestando nuestra frustración porque la “puñetera maquinita no quiere picarme el billete”, cuando lo estamos introduciendo por una ranura que queda entre máquina y la pared..., ya digo, en la dirección adecuada y por la ranura adecuada, please...).
Teóricamente,
el viaje en tren (si cogemos la opción del Leonardo Da Vinci, que es la más
lógica, dado que es el que va directamente y sin paradas, no he probado otras,
aunque se que las hay y algunos me han contado que lo han hecho y que Ciampino
es precioso..., todo depende del grado de aventura que quieras vivir,
claro...)dura, según la publicidad y consta oficialmente, 31 minutos, pero creo
que eso no ha sido nunca así, pero lo que es NUNCA (tenedlo en cuenta a la hora
de hacer cuentas de vuestra llegada a Roma, no vaya a ser que tengáis que
correr luego por Roma como posesos porque habéis quedado con el dueño del
apartamento a las cuatro y sean ya las cuatro y cuarto... por qué diré yo
esto???, en fin...), el viaje suele durar unos 45 minutos, dependiendo del
tráfico ferroviario y es que, en Roma, nunca nada es lo que parece, es parte de
su encanto, que queréis que os diga. En fin, solo puedo deciros que es una de
las cosas de las que más disfruto en todos mis viajes, el trayecto en tren
hasta Términi, sinceramente.
Roma
siempre me ha recibido con una sonrisa y sol, pero esta vez el sol había
decidido dejar paso a un nublado disperso que, no obstante, prometía mojarme en
cualquier momento y, adelantando acontecimientos, lo hizo.
Mi
primera toma de contacto con Roma fue algo alocada, llegaba tarde a la cita con
la dueña del apartamento y, como ya he dicho antes, eso es un pecado
imperdonable para mi, de forma que, con la mochila de la cámara de fotos
colgada y cogiendo por las bravas la maleta, me prometí marcar todo un reto de
velocidad en ciudad atestada de turistas y me encaminé hacia Piazza de
Montecitorio, via de entrada hasta la calle donde se encontraba el apartamento…
El recorrido fue realmente caótico, bajar por Via Nazionale con miles de chinos
y demás extranjería deambulando con cara de “no se, no se” tras algún paraguas
levantado o similar, atascando las calles, ocupando las aceras… No se como
pueden los Romanos llevar con elegancia la invasión que hacemos cada día de su
ciudad, realmente sorprendente como soportan el vagar de estas “ordas bárbaras”
por sus calles ocupando cada rincón e impidiendo el paso de cualquier otro ser
vivo por la zona, increíble… Total, quince minutos de carrera frenética y
eslalon alocado por la callejuelas que me parecieron más oportunas (otras era
cuestión de supervivencia, más que nada) a fin de acortar lo máximo posible la
espera de la Señora del apartamento, conseguí localizar la calle, el número y…
no hay nadie en el piso?, otro toque al “interno”… nada, que no contestan y
justo cuando ando buscando el número de los amigos de En Roma para ver si había
surgido algún problema desconocido para mi, una pareja que estaba sentada en un
portal justo en frente me preguntan “Luis?, eres Luis?”, Dios! Una oleada de
tranquilidad y alegría me recorrió completamente (me veía durmiendo en el
portal, en serio). Después de pedir disculpas por el retraso, subimos al
apartamento (el chico lo había traído la señora como intérprete, aunque no fue
muy necesario, yo la entendía bastante bien y ella a mi parecía que también) y,
francamente, me pareció el paraíso, no solo porque el apartamento estaba
realmente bien o por el trato genial de la dueña (tenia el apartamento de todo,
desde cafetera y café, azúcar, etc, es que también tenía gel de baño, champú…
en fin, de todo), sino porque se encontraba a escasos doscientos metros del
Panteón, en pleno centro de Roma!, ya digo, el paraíso…
Total,
tras marcharse la señora y descansar un poco (llegué sudando como un caballo de
carreras), decidí realizar mis primeras pesquisas por la zona. Eran las cinco
de la tarde y acababa de caer en la cuenta de que, aún, no había comido nada
desde el café en el aeropuerto de Málaga, pero no estaba dispuesto a perder el
tiempo en esas minucias, “ya comeré luego…” (esa fue una frase que me sonó en
la cabeza muchas veces y contra la que tuve que luchar en alguna ocasión, sin
gasolina no anda el coche…), de forma que, lo primero que decidí hacer fue
acercarme y digo bien, acercarme, a mi adorada Tazza d’Oro y meterme en vena un
“expreso doppio” como un oso pardo de grande (creo que he creado una especie de
adicción a la cafeína desde entonces, el café se convirtió para mi en otra
atracción más, los probé en casa sitio que pillaba, en la variedad está el
gusto, dicen) y, con esa inyección de cafeína en el cuerpo me fui a presentar
mis respetos al Panteón de Agrippa.
Una
de las ideas principales del viaje era, junto con hacer fotos, descubrir nuevos
sitios o ir a donde antes, por cualquier motivo, no había podido llegar, de
forma que, para empezar, me negué a utilizar las calles más comunes para llegar
de un lado a otro… Mi intención era llegar a Monti, en el lateral derecho de
Via Nazionale, justo por detrás de los mercados de Trajano (digamos que sería
el cuadrado que forman por arriba Términi, por abajo mercados de Trajano, por
la izquierda Via Nazionale y por la derecha Via Cavour, siempre visto desde los
mercados, entiéndase). Allí pretendía ver un jardín del que había oído hablar y
del que pocos, incluido algún que otro Romano, tenían noticia, un auténtico descubrimiento
(seguro que no lo era, pero quería pensar que si).
Bien,
como ya he dicho, me encontraba en el Panteón de Agripa, así que y,
aprovechando que estaba allí, decidí tomar una ruta de la que había leído, pero
que, nuevamente, no había podido disfrutar, callejear por el Rione de la Pigna,
así que, con obligada parada previa en Santa Maria Sopra Minerva (ya he hablado
antes en el blog de ella, así que, a lo escrito me remito) y Via del Pié di
Marmo fui callejeando… Dios, si pudiera pasar la vida así, callejeando y
jugando a perderme… En fin, que, por más que lo evité, no pude evitar terminar
en Piazza Venezia, con su más que caótico tráfico de vehículos y de personas
(ya digo, estas con cara de síndrome de Stendhal y tratando de escuchar las
explicaciones que el guía de turno daba, imposible, ya digo, estos están en
otra galaxia, ya no digo en otro mundo… pobres, Roma es mucha Roma, a veces
incluso para Roma).
Continuará…