domingo, 16 de junio de 2013

DIARIO DE VIAJE. CASI CUATRO DIAS SOLO POR ROMA.

1ª PARTE.-




         Hacía tiempo que venía planeando este viaje, casi un año diría. Un fin de semana en Roma, pero yo solo, sin límites de tiempo ni de espacio, a ver de lo que era capaz... Tenía una idea primordial, hacer fotos, muchas fotos, todas las que pudiera hacer o que la máquina me permitiera, así que preparé mi Sony alfa 330, dos objetivos un 50-75 y un Tamrom 75-300 con macro que me había conseguido negociar por un precio muy interesante, a eso le uní cuatro tarjetas de memoria de 4 gigas cada una y cuatro baterías (esta vez no me iba a quedar sin pila a mitad de camino). De forma que, como ya he dicho, la idea general era hacer muchas fotos, pero, como es lógico, otra idea secundaría guiaba mi viaje: Conseguir salirme de “carta”, esto es, pasar de forma rápida por lo que son los “circuitos oficiales” que todos hemos visto y explorar nuevas rutas, nuevos sitios que, si bien, se recomiendan en casi todas las guías e incluso son muy visitadas por turistas y curiosos en general, por diferentes motivos, yo aún no había conseguido ver...


            Quizá debería mencionar que, por regla general, mis viajes empiezan unos meses antes de que se produzca en sí, esto es, la preparación del viaje es una de las partes que más me divierten y siempre he considerado que, sin hacer menosprecios a la improvisación a la que se debe echar mano en cada viaje (y en Roma más), me gusta saber cuales son los horarios de vuelos, trenes, monumentos, posibles rutas de “exploración”, alternativas a estas rutas y, principalmente, lo que yo llamo “puntos de anclaje” esto es, lugares en los que, en un momento dado, puedes acudir a comer, a pasar un rato de descanso y, como no, lugares de obligada visita (foro romano, Piazza del Poppolo, Piazza Navona, Il Delfino, etc...).


            Al contrario de lo que suelo hacer normalmente, esta vez escogí un vuelo que salía de Málaga a las 12,30 horas pm y digo “contrariamente a lo que suelo hacer” ya que, por regla general, me gusta coger el vuelo de las 6,30 de la mañana, que llega a Roma a las 11,30, con una parada en Madrid o Barcelona... Pero en esta ocasión, como digo, escogí un vuelo directo de la empresa Vueling, que salía de Málaga a las 12,30 horas y llegaba a Roma a las 14,50 horas, lo que me daba tiempo, no solo a dormir un poquito más, sino también a preparar con tranquilidad la maleta esa misma mañana y repasar los últimos planes de “invasión y ataque” a la capital italiana.


            Aquí me gustaría hacer un inciso en dos cuestiones de carácter logístico, verás, se me planteaba un problema de transporte, como es natural, debía transportarme de casa al aeropuerto y, al ser día laborable y a la vista de la hora de salida del vuelo, no podía fastidiar a nadie la jornada laboral haciéndole que me llevara al aeropuerto. Por otro lado, la opción del taxi me resultaba excesivamente cara (20 euritos por la carrera), así que opté por la opción de llevarme mi propio coche y contratar uno de estos servicios que te recogen el coche en la puerta de embarques, se lo llevan a un garaje y cuando vuelves, previa llamada al número indicado, te lo vuelven a llevar a la puerta de embarque, entregándote el vehículo lavadito y todo, concretamente, en mi caso, utilicé los servicios de 1-parking... Francamente, me resultó genial, 24 euritos por tres noches de “hotel de coche”, me lo devolvieron en perfecto estado, lavadito y todo a las horas indicadas (incluso antes en los dos casos), en fin, un servicio muy recomendable. La segunda cuestión era el check-in, como ya he dicho antes, el vuelo lo tenía contratado con Vueling que da la opción de hacer el check-in on line (eso si, procura hacerlo una semana, como mucho, antes del vuelo, que si lo haces antes, te cobran) y, como era la primera vez que utilizaba este servicio, pues estaba un poco liado..., el resultado?, genial!, te imprimes en casa la tarjeta de embarque y directo al control de seguridad de la puerta de embarque, no hay que pasar por el mostrador de facturación (bueno, si llevas solo, como fue mi caso, equipaje de mano o de cabina, si no tendrás que facturar, como es natural) y, además, otra ventaja, NO HAY QUE ESTAR DOS HORAS ANTES EN EL AEROPUERTO!!!, en el caso de Roma, con que estés 45 minutos antes del vuelo es bastante (recuerda que, por regla general, los embarques se realizan unos 30 minutos antes de la salida del vuelo). El problema que tiene esto es que yo tengo un defecto que, algunos, consideran grave y es que siempre llego antes de tiempo a todos lados, es decir, si he quedado a las 10 yo estoy en el lugar a las 9,45, por lo que, como es normal, llegué al aeropuerto con antelación y, es más, llegué con antelación a la antelación, esto es, ya tenía el chip montado de “las dos horas antes” (que cuando se coge una costumbre cuesta dejarla...), de forma que me “chupé” dos horitas y pico de espera en la terminal de salidas (aproveché para comprar el National Geographic Historia, para que engañarnos y tomarme un cafelito...).


            Total, hasta ahora todo correcto, en su momento y conforme a lo planeado. El vuelo, la verdad, se me pasó, valga la redundancia, volando, pero, claro, me quedé dormido nada más despegar (me pasa como a mi hija con el coche, que es sentarse y, aunque solo sea para ir del cole a casa, se queda dormida, que no se que va a hacer cuando diga de sacarse el carné de conducir...), de forma que me desperté sobrevolando Sicilia y de ahí a Roma, un paseo...


            Tenía prevista la llegada a Roma, como ya he dicho, a las 14,50 horas y ya había comprobado en internet que salía un tren desde Fiumicino a Termini a las 15,08 horas, por lo que la conjunción distancia-hora, eran perfectas, en principio... El avión aterrizó en Fiumicino un poco antes de lo previsto (siempre me ha sorprendido la increíble distancia que recorre el avión desde que aterriza hasta que se para y te dejan salir, casi parece que te va a llevar a Roma rodando, uffff). En fin, que, además, me encontré con unos diez minutillos de más para, tranquilamente, llegar hasta la estación, comprar el billete en una de esas “geniales” (y no lo digo con malicia) maquinas expendedoras de billetes e, incluso, hacerlo con cierto grado de relax (hasta ahora la llegada a Roma y posterior “enganche” del tren para mi había sido casi como correr el Grand National, una carrera constante y llena de estrés...). Bueno, pues llegué a la estación, que, como ya he explicado en otra publicación, se encuentra con facilidad siguiendo los carteles que hay en la terminal de llegadas, pero para el que tienda a perderse, le diré que tiene que subir una planta (la terminal de llegadas está en el nivel de calle) o bien, salir a la calle y justo enfrente de las salidas verá el edificio de la estación con su logotipo y todo, solo tiene que cruzar la calle y subir por unas escaleras mecánicas que hay al otro lado, pero no es muy aconsejable esto, nada más llegar a Roma enfrentarse con el tráfico italiano así, a cuerpo, sin protección y sin la instrucción previa que te da la “comunidad de turistas” en cada paso de peatones es, un poco, jugar a la ruleta rusa antes de empezar a ver nada, así que, aconsejo encarecidamente que, desde la terminal de llegadas subáis una plantita y accedais a la estación desde dentro, sin salir a la calle...


            Antes de continuar, me gustaría decir que, yo, en Roma, no soy muy de hoteles, me gusta más la opción apartamento, por varios motivos, pero los dos principales es que, quizá por suerte, siempre he pillado unos apartamentos geniales y situadísimos y, quizá también por mala suerte, las dos veces o tres que no lo he hecho y he optado por hotel, me han tocado unos hoteles horrorosos y bastante lejos del centro, así que, esta vez contraté un apartamento por mediación de mis amigos de EN ROMA, empresa que os recomiendo de todo corazón, no solo para la gestión de la estancia (ya sea apartamentos u hotel), como para cuestiones de guias, rutas, excursiones y demás... Una familia (me gusta pensar que son eso, familia) preparadísima, competentes y simpáticos... además, es de mi amigo (y seguro que vuestro en cuanto lo conozcais) Alberto.


            En fin, tras esta pausa publicitaria (jejejeje), sigamos con el periplo que habíamos dejado en la estación comprando en la máquina auto-expendedora el billete a Termini... Os voy a hacer una aviso de seguridad, veréis, estas máquinas son sumamente fácil de utilizar, además, tienen la opción de escoger el idioma español, lo que facilita más las cosas, pero, no tanto en Fiumicino, como en Términi, hay una serie de individuos que se han especializado y “ayudar” a los turistas a  sacar su billete, haciendo que crean que es sumamente difícil y que, además, como son en italiano, no las van a entender... bien, no os dejéis engañar y huid de estos “buenos samaritanos” OS VAN A COBRAR LUEGO! y no aceptan menos de diez euros los tios bribones, en realizar una simple operación que, os lo aseguro, podéis hacer vosotros mismos sin ningún problema, de forma que, no les hagáis caso e indicadles amablemente que se vayan a molestar a otro sitio. Francamente, es una pena ver como tratan de hacerse pasar por amigables tipos dispuestos a ayudar al pobre turista que no se entera de nada (algunos incluso se hacen pasar por operarios de la estación contratados para eso) y luego le largan al turista de turno que les tiene que dar diez euros por la gestión, a boca jarro, sin aviso ni nada... Aunque siempre podéis hacer como hizo un español (no podía ser de otra forma) que sacaba el billete para Florencia en la máquina de al lado mia, que se dejó ayudar por estos “amigos” y cuando el tipo le pidió los diez euros por la gestión, el paisano, ni corto ni perezoso, se lo quedó mirando y le soltó “diez euros?, te voy a dar una mierda a ti, chaval!” y se largó dejando al otro con tres palmos de narices...

             Continuemos, después de haber sacado el billete (14 euros, recordad) y relajarme un poco viendo ir y venir a la gente, recordé que es IMPORTANTÍSIMO, validar el billete en las maquinitas que hay en los andenes (meter billete en ranura por abajo, en la dirección que indica en uno de los bordes “validatione”..., no intentar pasar el código de barras por el supuesto lector de la parte delantera, frotando el billete con fruición como esperando que salga un mago de la maquinita y te de paso, ni liarse a dar gritos en mitad de la estación manifestando nuestra frustración porque la “puñetera maquinita no quiere picarme el billete”, cuando lo estamos introduciendo por una ranura que queda entre máquina y la pared..., ya digo, en la dirección adecuada y por la ranura adecuada, please...).


            Teóricamente, el viaje en tren (si cogemos la opción del Leonardo Da Vinci, que es la más lógica, dado que es el que va directamente y sin paradas, no he probado otras, aunque se que las hay y algunos me han contado que lo han hecho y que Ciampino es precioso..., todo depende del grado de aventura que quieras vivir, claro...)dura, según la publicidad y consta oficialmente, 31 minutos, pero creo que eso no ha sido nunca así, pero lo que es NUNCA (tenedlo en cuenta a la hora de hacer cuentas de vuestra llegada a Roma, no vaya a ser que tengáis que correr luego por Roma como posesos porque habéis quedado con el dueño del apartamento a las cuatro y sean ya las cuatro y cuarto... por qué diré yo esto???, en fin...), el viaje suele durar unos 45 minutos, dependiendo del tráfico ferroviario y es que, en Roma, nunca nada es lo que parece, es parte de su encanto, que queréis que os diga. En fin, solo puedo deciros que es una de las cosas de las que más disfruto en todos mis viajes, el trayecto en tren hasta Términi, sinceramente.


            Roma siempre me ha recibido con una sonrisa y sol, pero esta vez el sol había decidido dejar paso a un nublado disperso que, no obstante, prometía mojarme en cualquier momento y, adelantando acontecimientos, lo hizo.


            Mi primera toma de contacto con Roma fue algo alocada, llegaba tarde a la cita con la dueña del apartamento y, como ya he dicho antes, eso es un pecado imperdonable para mi, de forma que, con la mochila de la cámara de fotos colgada y cogiendo por las bravas la maleta, me prometí marcar todo un reto de velocidad en ciudad atestada de turistas y me encaminé hacia Piazza de Montecitorio, via de entrada hasta la calle donde se encontraba el apartamento… El recorrido fue realmente caótico, bajar por Via Nazionale con miles de chinos y demás extranjería deambulando con cara de “no se, no se” tras algún paraguas levantado o similar, atascando las calles, ocupando las aceras… No se como pueden los Romanos llevar con elegancia la invasión que hacemos cada día de su ciudad, realmente sorprendente como soportan el vagar de estas “ordas bárbaras” por sus calles ocupando cada rincón e impidiendo el paso de cualquier otro ser vivo por la zona, increíble… Total, quince minutos de carrera frenética y eslalon alocado por la callejuelas que me parecieron más oportunas (otras era cuestión de supervivencia, más que nada) a fin de acortar lo máximo posible la espera de la Señora del apartamento, conseguí localizar la calle, el número y… no hay nadie en el piso?, otro toque al “interno”… nada, que no contestan y justo cuando ando buscando el número de los amigos de En Roma para ver si había surgido algún problema desconocido para mi, una pareja que estaba sentada en un portal justo en frente me preguntan “Luis?, eres Luis?”, Dios! Una oleada de tranquilidad y alegría me recorrió completamente (me veía durmiendo en el portal, en serio). Después de pedir disculpas por el retraso, subimos al apartamento (el chico lo había traído la señora como intérprete, aunque no fue muy necesario, yo la entendía bastante bien y ella a mi parecía que también) y, francamente, me pareció el paraíso, no solo porque el apartamento estaba realmente bien o por el trato genial de la dueña (tenia el apartamento de todo, desde cafetera y café, azúcar, etc, es que también tenía gel de baño, champú… en fin, de todo), sino porque se encontraba a escasos doscientos metros del Panteón, en pleno centro de Roma!, ya digo, el paraíso…



            Total, tras marcharse la señora y descansar un poco (llegué sudando como un caballo de carreras), decidí realizar mis primeras pesquisas por la zona. Eran las cinco de la tarde y acababa de caer en la cuenta de que, aún, no había comido nada desde el café en el aeropuerto de Málaga, pero no estaba dispuesto a perder el tiempo en esas minucias, “ya comeré luego…” (esa fue una frase que me sonó en la cabeza muchas veces y contra la que tuve que luchar en alguna ocasión, sin gasolina no anda el coche…), de forma que, lo primero que decidí hacer fue acercarme y digo bien, acercarme, a mi adorada Tazza d’Oro y meterme en vena un “expreso doppio” como un oso pardo de grande (creo que he creado una especie de adicción a la cafeína desde entonces, el café se convirtió para mi en otra atracción más, los probé en casa sitio que pillaba, en la variedad está el gusto, dicen) y, con esa inyección de cafeína en el cuerpo me fui a presentar mis respetos al Panteón de Agrippa.


            Una de las ideas principales del viaje era, junto con hacer fotos, descubrir nuevos sitios o ir a donde antes, por cualquier motivo, no había podido llegar, de forma que, para empezar, me negué a utilizar las calles más comunes para llegar de un lado a otro… Mi intención era llegar a Monti, en el lateral derecho de Via Nazionale, justo por detrás de los mercados de Trajano (digamos que sería el cuadrado que forman por arriba Términi, por abajo mercados de Trajano, por la izquierda Via Nazionale y por la derecha Via Cavour, siempre visto desde los mercados, entiéndase). Allí pretendía ver un jardín del que había oído hablar y del que pocos, incluido algún que otro Romano, tenían noticia, un auténtico descubrimiento (seguro que no lo era, pero quería pensar que si).


            Bien, como ya he dicho, me encontraba en el Panteón de Agripa, así que y, aprovechando que estaba allí, decidí tomar una ruta de la que había leído, pero que, nuevamente, no había podido disfrutar, callejear por el Rione de la Pigna, así que, con obligada parada previa en Santa Maria Sopra Minerva (ya he hablado antes en el blog de ella, así que, a lo escrito me remito) y Via del Pié di Marmo fui callejeando… Dios, si pudiera pasar la vida así, callejeando y jugando a perderme… En fin, que, por más que lo evité, no pude evitar terminar en Piazza Venezia, con su más que caótico tráfico de vehículos y de personas (ya digo, estas con cara de síndrome de Stendhal y tratando de escuchar las explicaciones que el guía de turno daba, imposible, ya digo, estos están en otra galaxia, ya no digo en otro mundo… pobres, Roma es mucha Roma, a veces incluso para Roma).


            Continuará…

DOS MONTAJES FOTOGRAFICOS DEL ULTIMO VIAJE

Bien, pues, mientras termino la primera parte del diario de viaje (procuraré no ser muy pesado y trataré de hacerlo divertido e interesante), os dejo un par de montajes que he hecho con las más de seiscientas fotos que me traje de Roma el pasado mes de mayo. Espero que os gusten.