Antes de continuar con mi "Diario de viaje" me gustaría parar un momento para recordar y contar una de las cosas más me han emocionado en todos mis viajes a Roma y, por supuesto, en este último..., supongo que debido a que mi estado de ánimo estaba preparado para encontrar todo lo que antes había conseguido pasar por alto y que, en esta ocasión, no estaba dispuesto a dejar atrás...
Muchas son las cosas que he descubierto
en esta ocasión, vagar por Roma siempre tiene su recompensa, dejarte
"caer" por las calles, con la mirada puesta en cada rincón, tratando
de simular que es la primera vez que ves la ciudad, que estás dispuesto a
aceptar cada reflejo o cada visión que imaginas como una realidad que pasa ante
tus ojos, impresionando tu retina y guardando ese recuerdo en lo más profundo
de tu corazón, prometiendo guardarlo allí para siempre, es lo que, para mi,
hace de Roma lo que es y, precisamente esto, es lo que viví una mañana soleada
de sábado en la Basílica de San Alessio, sinceramente, no puedo olvidarlo y lo
guardo en mi memoria recurriendo a esos minutos de paz absoluta cada vez que me
es necesario evadirme de la realidad diaria, lo que, por desgracia, me sucede
más a menudo de lo que quisiera.
Antes de nada, me gustaría introducir
un poco el escenario y, quizá, un poco del personaje.
La Basílica de San Bonifacio y San Alessio,
se encuentra en la parte más alta de la colina del Aventino, junto a la Sede de
la Embajada de la Orden Militar de Malta ante la Santa Sede (ante el estado de
Roma está en la Via del Condotti) a su izquierda y a su derecha la preciosa
iglesia de Santa Sabina con su Giardino
degli Aranci... Construida en el siglo IV, cuando el papa Honorio III
ordenó construir un templo dedicado a San Bonifacio, en 1217 fue dedicado
también a San Alessio. Reconstruida en varias ocasiones, se procuró
salvaguardar como calco de su plano románico original con tres naves. En el
lado sur se encuentra el monumento funerario de Eleonora Boncompagni Borghese y
en el crucero sur encontramos la capilla de Carlos IV de España.
Pero,
quizá, lo que más llame la atención de la iglesia es la capilla que se
encuentra a la izquierda de la entrada, la capilla de San Alessio. Según la
leyenda, Alessio nació en Roma de padres estériles…, tras vivir lujosamente
(sus padres eran adinerados, además de estériles), se escapó a Edesa donde
vivió durante años de las limosnas, como un asceta. Al aumentar su fama de
santidad decidió marcharse y se embarcó hacia Tarso, pero el viento en contra
lo llevó a Ostia, donde decidió dirigirse a Roma y presentarse en casa de su
padre quien, sin reconocerlo, lo acogió y, pensando que era un mendigo, lo dejó
alojarse en un pequeño cuarto que había bajo la escalera de la casa, allí vivió
Alessio diecisiete años en los que, entre otras cosas, escribió la historia de
su vida. A su muerte, su familia descubrió, por el pergamino que sujetaba en la
mano, quien era en realidad el mendigo que habían tenido alojado bajo las
escaleras… Bien, pues en la capilla de San Alessio se puede ver, además de una
genial escultura de un discípulo de Bernini, un trozo de esa escalera…
Para ser francos, esto lo averigüé
después de mi visita, yo solo paseaba por la Via de Santa Sabina, de vuelta de
la Piazza dei Cavalieri di Malta (donde, por cierto, no pude mirar por il Bucco
porque había una cola de turistas francamente increíble), cuando me acerqué a
la puerta del convento, me gustó la plaza interior y decidí pasar… Bueno,
estaba bien el patio pero, francamente, no era cosa de otro mundo, de pronto,
escuché música que venía de la iglesia que abría su puerta a este patio, me
gustó y decidí investigar que era, además, había más gente entrando y saliendo,
así que… entré en San Alessio. Siempre me han gustado las iglesias de Roma,
frescas, bellas y tranquilas, en esta, además (pensé yo), habían tenido el buen
gusto de instalar unos altavoces con música ambiental, para que los turistas
disfruten… buena idea y buen gusto musical, unas piezas de un cuarteto de
cuerda y clavicordio, música barroca, ya digo, muy apropiado…
Estuve “revisando” la iglesia, traté
de hacer unas cuantas fotos a la “escalera de San Alessio”, pero con tan poca
luz me resultó imposible y no me gusta utilizar el flash en las iglesias, así
que probé bajando la resolución a un ISO 400…, en fin, que no salía, así que,
escuchando aquella maravillosa música, avancé hasta el altar mayor que,
curiosamente, se encuentra en el centro del crucero bajo un pequeño baldaquino,
dejando el ábside libre, probablemente para algún coro de los frailes del
convento, digo por la disposición de un entarimado en escalera que había, en
cualquier caso, seguía fielmente la planta de una iglesia románica… La cuestión
es que, conforme me acercaba al altar por la nave de la izquierda, descubrí que
la música se hacía cada vez más clara y… no parecía una grabación o era una
fantástica grabación. Cual fue mi sorpresa cuando, al llegar a la altura del
crucero descubrí que no existía tal grabación, había, justo en el ábside, dos
violinistas, un violonchelista y otro músico más tocando un clavicordio… LA
MUSICA ERA EN DIRECTO!!! No se muy bien que hacían allí tocando, pero se notaba
que practicaba, paraban de vez en cuando, comentaban alguna cosa, afinaban y
comenzaban nuevamente… quizá fuera un ensayo para alguna boda o algún acto, no
lo se, pero no pude por menos que sentarme en uno de los bancos de la iglesia y
disfrutar de lo que me pareció un momento (luego descubrí que fue casi tres
cuartos de hora) de maravillosa música barroca en directo por cuatro geniales
músicos (eran geniales, francamente o eso me pareció a mi, quizá solo fuera la
emoción del momento…). Había entrado en la basílica por casualidad (siempre he
pensado que las casualidades no existen…) y me había sido regalado uno de los
mejores momentos y que más recordaré de mi última estancia en Roma, son esas
cosas que da la suerte o la providencia o como quiera cada uno llamarlo, yo me
limitaré a decir que, para mi, fue una auténtica experiencia musical, turística
y, desde luego, artística… Por cosas como esta adoro esta Cittá.
Ya digo, fue un genial
descubrimiento y un momento que recordaré mucho tiempo… Pero no era esa sola la
sorpresa que me guardaba San Alessió, después de un rato escuchando música,
decidí continuar con mi visita al templo, así que, después de hacer un par de
fotos a los músicos (creo que las hice, más que nada, para poder asegurarme con
el paso del tiempo de que no lo había imaginado, pero no quedaron mal, a pesar
de la poca luz), me pase a la nave de la derecha (por su puesto, santiguándome
al pasar ante el altar mayor, nobleza obliga) y, al llegar a la parte superior
de la nave, junto al ábside, descubrí lo que parecía una puerta, aunque estaba
tapada por una cortina gruesa de color burdeos (gruesa y con polvo de cuando
hicieron el templo…). Como soy un curioso (para estas cosas si, aunque he de
reconocer que la curiosidad en otros aspectos no es uno de mis numerosos
defectos), no pude evitar retirar la cortina y ver a donde conducía la puerta…
Está claro que aquello no era para turistas, había un montón de cajas apiladas
en un diminuto pasillito y, al final, una verja. Una pequeña puerta de reja que
permitía ver el otro lado… No me lo podía creer, San Alessio me guardaba otra
sorpresa!. Al otro lado veía un jardín increíble, con lo que parecía ser parte
del convento a la derecha y, al fondo, junto a un murete que hacía de balcón,
una emparrado con un par de mesas de madera y unas cuantas sillas… totalmente
idílico y, al fondo, como si hubieran puesto uno de esos paneles azules en los
que se proyecta una imagen para hacer de fondo perfecto a algún periodista o
entrevistado, la cúpula de San Pedro… Quien vivía allí?, no lo se, pero si me
entero le pido en matrimonio, me da igual quien sea… solo por disfrutar de esa
vista y de ese jardín habría hecho casi cualquier cosa (casi…).
San Bonifacio y San Alessio, junto a
Santa Sabina, antes de llegar a la Piazza dei Cavalieri di Malta, en la parte
más alta del Aventino… No os lo perdáis y, si podeis (no se si está abierto
siempre), no os perdáis el espectáculo del “jardín del párroco”…, no se si se
llamará así, pero, para mi, con ese nombre se ha quedado.