domingo, 31 de marzo de 2013

CUATRO DE MIS SITIOS FAVORITOS DE ROMA. I



         No puedo evitar recordar Roma cada vez que veo una imagen, oigo una sirena de algunas ambulancias o, simplemente, cuando me preguntan si me pierdo, donde deberían buscarme…

            Hay demasiadas cosas de Roma que me gustan y no todas por el mismo motivo, cada sitio tiene un por qué o un momento especial que me lo evocan, a veces no es, ni tan siquiera, un sitio, es un olor, un sonido, un color… Dicen que Roma produce dos sentimientos totalmente encontrados, o la odias o te enamoras de ella para el resto de tu vida. Muchos son los que se han enamorado, poetas, pintores, músicos y… gente normal, como yo.

            Para mi Roma es “mi casa”, es el lugar donde quisiera estar cada día, es el sitio en el que me gustaría descansar por siempre. Llegar a Roma es llegar a mi sitio, es conocerla y entenderla sin haberla escuchado, su gente me resulta tan cercana, tan lógica, tan comprensible como los que me rodean a diario en la ciudad en la que vivo. Sin embargo, mi sentimiento hacia ella es tan contradictorio como inexplicable, estoy deseando ir y, cuando estoy, deseo marcharme, quizá porque se que, un día, iré y no seré capaz de volver. Cada vez que voy me asalta el pensamiento de quedarme, de no volver a mi “casa prestada”, de entrar a formar parte del bullicio que recorre sus calles, de perderme para siempre en el Trastevere o en el Ghetto y no volver a salir más, de buscar un rincón y quedarme ahí, sin moverme, casi sin respirar, para que nadie me encuentre, hasta que se olviden de mi.

            Mi Roma no es diferente a la de cualquiera, a pesar de no parecerse en nada a lo que el resto ve, es íntima, es entre ella y yo, hablamos bajito, susurrando y nos entendemos casi con mirarnos, sabe lo que busco y me lo entrega, poquito a poco, para no saciarme por completo y dejarme siempre con ganas de volver a verla… Se lo que quiere y trato de complacerla en cada visita, como un amante ideal, acaricio cada una de sus calles mirando al resto de los transeúntes con celos “no la toquéis!, es mía…” La duermo cada noche con la única esperanza de despertarla cada mañana. La recorro suavemente, con delicadeza, con pasión, tratando de empaparme de cada uno de sus callejones como si fuera la primera vez. Me pierdo y me encuentro solo por el puro placer de volver a perderme. Me siento y espero a que el resto de su vida pase por delante de mis ojos, como un niño asombrado, expectante…
 
            Muchas veces me han preguntado por qué Roma, que es, que tiene… no se explicarlo, no se, ni tan siquiera, explicármelo, pero algo dentro de mi me lleva a la Cittá, algo me hace seguir peregrinando cada vez que consigo un par de euros y, después, regreso a España solo con la sensación de que la he dejado, de que he huido, de que me espera nuevamente, de que tengo que volver lo antes posible y hablar nuevamente con ella, recuperar aquella vieja conversación que, siempre, dejamos a medias cada vez que parto y que, tengo por seguro, nunca terminaré…

            Pero hay sitios  de la Cittá que guardo para mi, únicamente para mi, sitios en los que me siento tranquilo, en paz. Sitios a los que huyo mentalmente cuando la vida diaria me harta, sitios que visito continuamente y que añoro. Sitios de los que no puedo huir y a los que rindo pleitesía cada vez que el devenir me permite volver a “casa”. Son cuatro (realmente son cientos, pero los representaré en estos cuatro) y, advierto, no hay que esperar mucho de ellos desde el punto de vista turístico, ya digo, son personales, particulares.

1.- Jardín de la Torre de la Milicia (Giardino delle Milizia). (Situacion en Maps)


                Situado junto a La torre de la Milicia y dentro del conjunto arqueológico de los Mercados de Trajano. Es un pequeño jardín con un banquito situado justo a los pies de la torre. Es un lugar poco visitado y que ha estado cerrado al público hasta hace bien poco, la nueva restauración y organización del conjunto arqueológico (no os lo perdáis, es increíble), lo han sacado nuevamente a la luz. Un trocito de tranquilidad que queda justo al lado de la iglesia de Santa Catalina de Siena, en la Via IV Novembre. Tendréis que buscarlo, pero, una vez que lo encontréis, disfrutad, es como ver pasar la vida desde fuera…, sentados en el jardín, desde lo alto, ves como la modernidad pasa a toda prisa un poco más abajo, en la calle y, al fondo, el palacio del Quirinale, es como un poco irreal, ya veréis.


            Os contaré alguna cosita de la Torre de la Milicia, ya que estamos aquí. Es una tigua torre medieval de planta cuadrada y actualmente tiene una altura de casi 50 metros. Un terremoto ocurrido en el año 1348 causó el derrumbe del piso superior y que la torre quedase levemente inclinada. Originariamente formaba parte de un conjunto de edificaciones fortificadas agrupadas en torno a un tribunal.  También es conocida como "Torre de Nerón", ya que la tradición afirma que desde la misma el emperador Nerón vio el incendio de Roma. Esta tradición deriva de la descripción clásica que dice que él observaba el incendio desde una torre en los Jardines de Mecenas. Su posesión fue pasando de familia noble en familia noble hasta que en 1.919 fue comprada por la congregación de Santa Caterina de Magnanapoli que se encontraba al lado, aunque luego fue demolido.


2.- El jardín de los naranjos. (Situacion en Maps)


                Si continuamos caminando desde Santa María in Cosmedin por la Via Santa Maria in Cosmedi (que es la continuación de Via Petroselli), con el Padre Tiber a nuestra derecha, a unos 100 metros de la iglesia encontraremos una pequeña cuesta adoquinada llamada Clivio di Rocca Savella, al final de esta hay una cancela incrustada en un viejo muro medieval que, antaño, formaba parte de la fortaleza de la poderosa familia Savelli, esta cancela (esta cancela está, a veces, cerrada, bastará con terminar de subir la cuesta y torcer a la derecha, ahí hay otra entrada, justo al lado de Santa Sabina) nos da acceso al Parco Savello o, como todo el mundo lo conoce Parco degli Aranci (Jardín de los Naranjos), llamado así por los naranjos (obviamente) que San Doménico (fundador de la Orden de los Dominicos) trajo desde España en el siglo XIII.

            Situado junto a la Iglesia de Santa Sabina, considerada uno de los templos Cristianos más antiguos de Roma (fue fundada en el siglo V por Pedro de Iliria), posee una de las mejores vistas panorámicas de Roma, pero es, además uno de los sitios más tranquilos de la Ciudad. Se dice que, hace unos mil años, el emperador germánico Otón III contemplo y supervisó la construcción de la Iglesia de San Bartolomeo, en la Isola Tiberina. Lo cierto es que contemplar Roma, el Tiber, San Pedro… sentados sobre un fuerte olor a azahar (en primavera, se entiende), te hace sentirte la persona más afortunada del mundo, alguien especial y, si encima tenéis la previsión de ir a primera hora de la mañana (recordad que en Roma amanece y anochece una hora antes que en España, por lo que es recomendable no salir del hotel más tarde de las 8,30 horas), el espectáculo es como para no ser capaces de contarlo luego, que es, más o menos lo que me pasa a mi…

            A pocos metros de este precioso Parco, se encuentra la también famosa Piazza deli Cavalieri dei Malta, con sus obeliscos, su Villa del’Ordinedei Cavalieri di Malta, creación de Piranesi (el cuál se encuentra enterrado en la iglesia que hay en su interior) y el famoso Buco di Roma (buco es agujero, pero en este caso es agujero de cerradura), por el que, al asomarse, pueden verse tres estados a un tiempo, el Italiano (pisamos suelo romano), el de la Orden de Malta (no olvidemos que estamos en la puerta de la embajada ante la Santa Sede y que, en la actualidad, es reconocida internacionalmente por las naciones como un sujeto de Derecho internacional, por lo que tiene estatuto de extraterritorialidad) y, al fondo, el Estado Vaticano (la cúpula de San Pedro), en fin, una de esas curiosidades que tiene esta Ciudad…

            Y, aunque hablaré de este barrio en otra ocasión, no puedo dejar de aconsejaros que os dediquéis a “perderos” por el Aventino, que, a pesar de gozar de la peor de las famas en tiempos del Imperio, actualmente es un delicioso barrio residencial con una tranquilidad que asombra dentro de Roma… Yo tengo promesa hecha, en cuanto que me toque una primitiva, casa en el Aventino!

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