EL VATICANO. Desde Sant’Angelo hasta San Pedro.-
Hay
infinidad de cosas que contar sobre esta pequeña ruta y he creido que, dados
los hechos que nos ha tocado vivir, sería interesante empezar
por aquí y descubrir algunas cosillas del Stato Cittá del Vaticano.
Empezaré diciendo que, a pesar de lo
que muchos creen, San Pedro y el Vaticano, no ha sido siempre la residencia del
Papa, de hecho solo están residiendo allí desde el siglo XIV, la anterior sede
era San Giovanni in Laterano, el Palazzo Lateranense, que, actualmente, es la
sede del obispado de Roma, la iglesia del
Papa, fue, hasta ese momento, la Sede Pontificia. Fue con la vuelta de los
Papas del exilio de Avignon cuando
decidieron convertir lo que, hasta ese momento solo había sido una pequeña
iglesia fundada por el emperador Cosntantino en el 315, en la que se veneraba
el supuesto (no fue hasta hace bien poco que se aseguró que era el Apostol
Pedro el que se encontraba enterrado allí y no con total seguridad) sarcófago
en el que se encontraba enterrado San Pedro.
La colina vaticana, hasta ese
momento solo era conocida por el famoso circo de Nerón, que se encontraba cerca
de la ubicación del Vaticano y del que no se conservan restos algunos y donde,
supuestamente, fue martirizado y muerto el Apostol. Fue el Papa Nicolás V el
que, a la vista del mal estado que presentaba la iglesia original (estuvo
apunto de derrumbarse) el que decidió encargar a varios arquitectos la
construcción de un edificio, aunque fue el Papa Julio II, en 1506 el que
encargó a Donato Bramante la construcción de una iglesia con una planta de cruz
griega, con una cúpula central y cuatro bóvedas menores, para lo que tuvo que
derruir gran parte de la iglesia anterior, como comprobareis más tarde, no fue
exactamente ese proyecto el que terminó de construirse ciento cincuenta años
más tarde, si, habeis oído bien, San Pedro tardó en construirse 150 años…
En esa época, San Pedro no era más
que la “Sede Central” de los Estados Vaticanos, que comprendían gran parte de
la Italia central, Estados que, poco a poco, fueron desapareciendo hasta el
movimiento de Reunificación encabezado por Garibaldi, que, con la toma de la
Ciudad de Roma, terminó por hacerlos desaparecer totalmente, hasta que en
1.929, el Tratado de Letrán o Pactos Lateranenses, negociados entre el Secretario de
Estado (el Cardenal Piero Gasparri) en nombre de la Santa Sede y el primer
ministro italiano (Benito Mussolini), en nombre del rey Víctor Manuel III, los
cuales reconocen la independencia y
soberanía de la Santa Sede y que crea el Estado de la Ciudad del Vaticano,
siendo, desde entonces, el Estado más pequeño del mundo y el único dentro de
otro estado (el Italiano), pero con población (tienen hasta su propio
pasaporte), sus propias tiendas, su propio servicio de correos (el cual
funciona a la perfección y es utilizado por muchos romanos que, cansados del
pésimo servicio de la Posta Italiana, aseguran así sus envíos), radio y
televisión, farmacia, policía…
¿Donde está
la frontera entre el Estado Italiano y el Estado Vaticano?, bien, pues cuando
estéis llegando a la Plaza de San Pedro, desde la Via della Conciliazione y
estéis apunto de entrar en la Plaza, veréis una serie de “mojones” de piedra a
los que, a veces, adosan unas pequeñas vallas o cadenas, ese es el fin y el
inicio de uno y otro estado, los demás son un poco difíciles de ver si no es en
un mapa, a no ser por la parte de atrás que queda claramente dividida por la
muralla Leonina.
En este plano podréis consultar cada
una de las partes que conforman el Estado Vaticano (falta el Castello de
Sant’Angelo, que forma parte también de la estructura vaticana, incluso está
unida a ella por el Passetto, pero de eso hablaremos luego).
A la vista
de los últimos acontecimientos (la renuncia del Papa Benedicto XVI), mucha
gente me ha preguntado como funciona eso de la nueva elección de Papa, como va
lo del Cónclave, si los cardenales se encierran de verdad en la Capilla Sixtina
hasta que eligen nuevo Papa, etc… Bien, trataré de explicar, de forma muy breve,
como va todo este tema y, con base en el plano, donde se hace cada cosa.
Veamos, todo
esto que voy a explicar, según lo que establece la Constitución Apostólica UNIVERSI
DOMINICI GREGIS sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección
del Romano Pontífice, según la reforma que introdujo el Papa Juan Pablo II en
febrero de 1996.
Los que
visteis la famosa película, basada en el libro de Dan Brown, “Angeles y
Demonios” os servirá parte de lo que sale en ella, aunque hay grandes errores,
pero en lo general, puede servir, exceptuando eso de la elección del Papa por
“proclamación por adoración” que está más que derogado desde hace tiempo,
aunque yo siempre he preferido más la versión que del Cónclave sale en la
película de “Las Sandalias del Pescador”.
Quizá
debería de aclarar antes que la mayor parte de lo que se especifíca es para el
caso de que muera el Papa, como ya habréis oído en los telediarios (hasta la
saciedad), hace siglos que no renuncia uno, así que, bueno, supongo que irán
adaptando conforme les vaya surgiendo la duda…
Una vez
muerto el Papa y certificada su defunción, por medio del correspondiente
certificado médico y de la certificación por el Camarlengo de dicha defunción
(la certificación del Camarlengo de la muerte, para los que no sepáis como es,
os diré que se realiza de la siguiente forma: El Camarlengo golpea tres veces
en la frente al Papa con un martillito de plata, diciendo, en cada uno de los
golpes, el nombre propio del Pontífice, de lo que extiende acta el Canciller de
la Cámara Apostólica). Certificada la
muerte, el Cardenal Vicario de Roma comunica la misma al pueblo y se inician
las exequias que duraran nueve días consecutivos. Hasta aquí en caso de muerte
del Papa, yo creo que lo que sigue va a ser lo que veamos en el caso actual.
Bien,
recapitulemos, la sede está vacante y hay que elegir nuevo Papa. Según
establece el art. 33 de la Constitución: “El derecho a elegir al Romano
Pontífice corresponde, únicamente, a los Cardenales de la Santa Iglesia Romana,
con excepción de aquellos que, antes del día de la muerte del Sumo Pontífice o
del día en el cual la Sede Apostólica quede vacante, hayan cumplido 80 años de
edad. El número máximo de Cardenales electores no debe superar los ciento
veinte.”, actualmente son 114 los Cardenales con derecho a elegir Papa…
Igualmente, en el art. 37 establece que “desde el momento en que la Sede
Apostólica esté legítimamente vacante, los Cardenales electores presentes esperarán durante quince días completos a los ausentes (…) Pero pasados al
máximo veinte días desde el inicio de la sede vacante, todos los Cardenales
electores presentes están obligados a proceder a la elección.” Lo que quiere
decir que, desde el pasado día 28 de febrero hay que esperar un mínimo de
quince días y un máximo de veinte antes de proceder a convocar Cónclave.
Todos
sabemos que los Cardenales, durante el Conclave, deben permanecer en la Capilla
Sixtina (número 9 del plano) hasta que se elija un nuevo Papa, pero, en este
caso, una de las reforma que introdujo Juan Pablo II en la Constitución es que
hace referencia a que los Cardenales deberán permanecer en la Ciudad del
Vaticano, no exactamente dentro de la Capilla, de hecho, se construyó la
llamada Domus Sanctae Marthae (número 57 del plano), a fin de que los
Cardenales llamados al Cónclave pudieran alojarse mientras dure dicha elección
(art. 43 CV). Pero, que pasa si algún Cardenal se pone enfermo o le surge algún
problema grave que le obligue a abandonar la Ciudad del Vaticano?, bueno, en
principio puede hacerlo, si es por enfermedad hasta su recuperación y si es por
otro motivo, bajo el reconocimiento de dicha causa por la mayoría de los
electores, puede salir otra vez y regresar para volver a tomar parte de la
elección, no obstante, dicha elección no se parará por la ausencia de dicho
Cardenal, esto es, se continúa con las votaciones sin pedir su voto (art. 40
CV).
Desde el
momento en que se disponga el comienzo de la elección, hasta que se anuncie
públicamente que se ha realizado la elección del Sumo Pontífice, todos los
Cardenales deberán de abstenerse de mantener ningún tipo de comunicación con el
exterior (de hecho se les confiscan los móviles y demás aparatos electrónicos a
este efecto), de hecho, establece el art. 45 de la CV que, todas aquellas
personas que no estén al servicio directo para satisfacer las necesidades
personales y de la oficina relacionada con el normal desarrollo de la elección
que, casualmente, encontraran a algunos de los Cardenales electores en tiempo
de la elección, les está absolutamente prohibido mantener coloquio, por
cualquier medio o por cualquier motivo, con los mismos, de modo particular, se
deberá cuidad que nadie se acerque a los Cardenales electores durante el
traslado desde la Domus Sanctae Marthae al Palacio Apostólico Vaticano.
No obstante
y el relación con lo que he comentado antes, se entenderá como personas al
servicio directo para satisfacer las necesidades personales, las siguientes:
-
El
Secretario del Colegio Cardenalício, que actúa como Secretario de la asamblea electiva.
-
El Maestro de Celebraciones
Litúrgicas Pontifícias con dos ceremonieros y dos religiosos adscritos a la
Sacristía Pontificia.
-
Además, deberán estar disponibles
algunos religiosos de varias lenguas para las confesiones.
-
Dos médicos para eventuales
emergencias.
-
Así como el número suficiente de
personas adscritas a los servicios de comedor y limpieza.
Osea, que
eso de “extra omnes” no es tan “extra” como se piensa…
En fin, ya están todos los
Cardenales Electores y vamos empezar el Cónclave (cum clavis, bajo llave), pero antes, tiene lugar por la mañana una solemne misa votiva “Pro
eligendo pontificem” (para la elección del Pontífice), normalmente presidida
por el Cardenal Decano, en la que se pide a Dios que ilumine las mentes de los
electores, después, se dirigen todos en procesión desde la
Capilla Paulina, a la Capilla Sixtina
(ambas en el Palacio Apostólico y separadas únicamente por la Sala Regia),
donde, con carácter previo, se habrá llevado a cabo un “barrido electrónico” a
fin de que no sean instalados medios audiovisuales de grabación o transmisión
al exterior, de hecho, el párrafo tercero del art. 55 de la CV dice concretamente:
“Si se cometiese o descubriese una
infracción a esta norma, sepan los autos que estarán sujetos a graves penas según juzgue el futuro
Pontífice”, no especifica cuales serán esas penas, pero, que lo sepan los que
lo intenten…
Una vez prestado el correspondiente
juramento solemne por cada uno de los Cardenales (de guardar las normas que
rigen el Cónclave, cumplir fielmente el ministerio petrino en caso de ser
elegidos, y mantener el secreto de todo cuanto se refiera a la elección del
nuevo Pontífice), leído
conjuntamente y ratificado de forma individual ante los Evangelios, el Maestro
de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias da la solemne orden de “Extra
omnes!” (¡Fuera todos!), indicando que todos aquellos ajenos al Cónclave deben
salir del recinto. Sólo permanecen él mismo y el eclesiástico encargado de
predicar a los Cardenales la segunda de las meditaciones sobre los problemas de
la Iglesia contemporánea. Terminada ésta, tanto el predicador como el Maestro
de las Celebraciones deben salir también. Las puertas quedarán cerradas y con
Guardias Suizos protegiéndolas.
En fin, que como he comentado antes, dado que ha
sido abolida los modos de elección llamados “per acclamationem seu inspirationem” (por aclamación, lo que se ve
en la peli de Angeles y Demonios) y “per
compromissum” (por compromiso, la elección por compromiso tenía lugar
si “en determinadas circunstancias particulares, los Cardenales electores
encomiendan a un grupo de ellos el poder de elegir, en lugar de todos, al
Pastor de la Iglesia Católica), la forma
de elección será únicamente “per
scrutinium” (por escrutinio, a través de la votación, individual y
secreta, de los Cardenales electores).
La
Constitución Vaticana prescribe que se deben realizar dos votaciones cada día,
además de una votación la tarde en que comienza el cónclave. Para que sea
válida la elección debe contar con dos tercios de los votos. El artículo 74
prevé que, si después de 24 escrutinios los Cardenales no consiguen ponerse de
acuerdo sobre el Cardenal elegido, podrán decidir por mayoría absoluta el modo
de proceder, pero nunca se deberá prescindir del requisito de exigir mayoría
simple para que sea válida la elección.
Después de cada elección se queman las papeletas. La tradición indica que los Cardenales provoquen con paja seca o húmeda que el humo sea negro, si no se ha elegido al Papa, o blanco si se ha elegido al nuevo Romano Pontífice: es la conocida fumata negra o fumata blanca, que suele ver el pueblo romano desde la plaza San Pedro.
Una
vez elegido, el Cardenal Decano pregunta al elegido si acepta su elección
canónica como Sumo Pontífice. Si el elegido que es Obispo acepta, desde ese
momento adquiere de hecho la plena y suprema potestad sobre la Iglesia
universal. Una vez que ha aceptado, le pregunta el nombre por el que quiere ser
llamado. Si el elegido no es Obispo, se procede inmediatamente a su ordenación
episcopal.
Lo
del cambio de nombre del Papa no es obligatorio, como habéis visto, el Papa
puede escoger su propio nombre de bautismo para ser llamado. Esto de cambiar los
nombre viene del siglo VI, cuando fue elegido Papa Juan II, cuyo nombre de
bautismo era Mercurius y consideró que ese nombre era demasiado pagano para ser
llamado así, siendo el primer Papa que se cambio de nombre.
En
fin, tenemos al Papa Electo, ha elegido nombre y ahora lo trasladan a una
pequeña sala que hay en la Capilla Sixtina (si miráis de frente al Altar de la
Capilla, es la puerta que hay a la izquierda, es decir, la contraria a por
donde se entra a la Capilla desde los Museos), llamada “Sala de las lágrimas”
en donde se procede a vestir al Papa de blanco… Por qué se llama Sala de las
lágrimas?, bueno, dice la tradición que allí el Papa irrumpe en sollozos y
llantos al ser consciente de la responsabilidad que embarga a
quien tiene que tomar las riendas la Iglesia.
Los
Cardenales a continuación le rinden homenaje y le prestan obediencia. Después
el primero de los Cardenales Diáconos -es decir, el Cardenal Protodiácono-
anuncia desde el balcón de la Basílica Vaticana al pueblo reunido en la plaza
de San Pedro la elección del nuevo Papa, usando la tradicional fórmula:
“Anuntio vobis magnum gaudium: habemus Papam!” (Os anuncio una gran alegría:
Tenemos Papa!). El Romano Pontífice imparte la bendición Urbi et Orbi y ya hay
nuevo Papa.
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