viernes, 1 de marzo de 2013

EL VATICANO. La Ciudad y la Sede Vacante...



EL VATICANO. Desde Sant’Angelo hasta San Pedro.-

         Hay infinidad de cosas que contar sobre esta pequeña ruta y he creido que, dados los hechos que nos ha tocado vivir, sería interesante empezar por aquí y descubrir algunas cosillas del Stato Cittá del Vaticano.

       Empezaré diciendo que, a pesar de lo que muchos creen, San Pedro y el Vaticano, no ha sido siempre la residencia del Papa, de hecho solo están residiendo allí desde el siglo XIV, la anterior sede era San Giovanni in Laterano, el Palazzo Lateranense, que, actualmente, es la sede del obispado de Roma, la iglesia del Papa, fue, hasta ese momento, la Sede Pontificia. Fue con la vuelta de los Papas del exilio de  Avignon cuando decidieron convertir lo que, hasta ese momento solo había sido una pequeña iglesia fundada por el emperador Cosntantino en el 315, en la que se veneraba el supuesto (no fue hasta hace bien poco que se aseguró que era el Apostol Pedro el que se encontraba enterrado allí y no con total seguridad) sarcófago en el que se encontraba enterrado San Pedro.

      La colina vaticana, hasta ese momento solo era conocida por el famoso circo de Nerón, que se encontraba cerca de la ubicación del Vaticano y del que no se conservan restos algunos y donde, supuestamente, fue martirizado y muerto el Apostol. Fue el Papa Nicolás V el que, a la vista del mal estado que presentaba la iglesia original (estuvo apunto de derrumbarse) el que decidió encargar a varios arquitectos la construcción de un edificio, aunque fue el Papa Julio II, en 1506 el que encargó a Donato Bramante la construcción de una iglesia con una planta de cruz griega, con una cúpula central y cuatro bóvedas menores, para lo que tuvo que derruir gran parte de la iglesia anterior, como comprobareis más tarde, no fue exactamente ese proyecto el que terminó de construirse ciento cincuenta años más tarde, si, habeis oído bien, San Pedro tardó en construirse 150 años…

       En esa época, San Pedro no era más que la “Sede Central” de los Estados Vaticanos, que comprendían gran parte de la Italia central, Estados que, poco a poco, fueron desapareciendo hasta el movimiento de Reunificación encabezado por Garibaldi, que, con la toma de la Ciudad de Roma, terminó por hacerlos desaparecer totalmente, hasta que en 1.929, el Tratado de Letrán o Pactos Lateranenses, negociados entre el Secretario de Estado (el Cardenal Piero Gasparri) en nombre de la Santa Sede y el primer ministro italiano (Benito Mussolini), en nombre del rey Víctor Manuel III, los cuales reconocen  la independencia y soberanía de la Santa Sede y que crea el Estado de la Ciudad del Vaticano, siendo, desde entonces, el Estado más pequeño del mundo y el único dentro de otro estado (el Italiano), pero con población (tienen hasta su propio pasaporte), sus propias tiendas, su propio servicio de correos (el cual funciona a la perfección y es utilizado por muchos romanos que, cansados del pésimo servicio de la Posta Italiana, aseguran así sus envíos), radio y televisión, farmacia, policía… 

       ¿Donde está la frontera entre el Estado Italiano y el Estado Vaticano?, bien, pues cuando estéis llegando a la Plaza de San Pedro, desde la Via della Conciliazione y estéis apunto de entrar en la Plaza, veréis una serie de “mojones” de piedra a los que, a veces, adosan unas pequeñas vallas o cadenas, ese es el fin y el inicio de uno y otro estado, los demás son un poco difíciles de ver si no es en un mapa, a no ser por la parte de atrás que queda claramente dividida por la muralla Leonina.

               
       En este plano podréis consultar cada una de las partes que conforman el Estado Vaticano (falta el Castello de Sant’Angelo, que forma parte también de la estructura vaticana, incluso está unida a ella por el Passetto, pero de eso hablaremos luego).

       A la vista de los últimos acontecimientos (la renuncia del Papa Benedicto XVI), mucha gente me ha preguntado como funciona eso de la nueva elección de Papa, como va lo del Cónclave, si los cardenales se encierran de verdad en la Capilla Sixtina hasta que eligen nuevo Papa, etc… Bien, trataré de explicar, de forma muy breve, como va todo este tema y, con base en el plano, donde se hace cada cosa.

     Veamos, todo esto que voy a explicar, según lo que establece la Constitución Apostólica UNIVERSI DOMINICI GREGIS sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Romano Pontífice, según la reforma que introdujo el Papa Juan Pablo II en febrero de 1996.

      Los que visteis la famosa película, basada en el libro de Dan Brown, “Angeles y Demonios” os servirá parte de lo que sale en ella, aunque hay grandes errores, pero en lo general, puede servir, exceptuando eso de la elección del Papa por “proclamación por adoración” que está más que derogado desde hace tiempo, aunque yo siempre he preferido más la versión que del Cónclave sale en la película de “Las Sandalias del Pescador”.

      Quizá debería de aclarar antes que la mayor parte de lo que se especifíca es para el caso de que muera el Papa, como ya habréis oído en los telediarios (hasta la saciedad), hace siglos que no renuncia uno, así que, bueno, supongo que irán adaptando conforme les vaya surgiendo la duda…


       Una vez muerto el Papa y certificada su defunción, por medio del correspondiente certificado médico y de la certificación por el Camarlengo de dicha defunción (la certificación del Camarlengo de la muerte, para los que no sepáis como es, os diré que se realiza de la siguiente forma: El Camarlengo golpea tres veces en la frente al Papa con un martillito de plata, diciendo, en cada uno de los golpes, el nombre propio del Pontífice, de lo que extiende acta el Canciller de la Cámara Apostólica).  Certificada la muerte, el Cardenal Vicario de Roma comunica la misma al pueblo y se inician las exequias que duraran nueve días consecutivos. Hasta aquí en caso de muerte del Papa, yo creo que lo que sigue va a ser lo que veamos en el caso actual.

        Bien, recapitulemos, la sede está vacante y hay que elegir nuevo Papa. Según establece el art. 33 de la Constitución: “El derecho a elegir al Romano Pontífice corresponde, únicamente, a los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, con excepción de aquellos que, antes del día de la muerte del Sumo Pontífice o del día en el cual la Sede Apostólica quede vacante, hayan cumplido 80 años de edad. El número máximo de Cardenales electores no debe superar los ciento veinte.”, actualmente son 114 los Cardenales con derecho a elegir Papa… Igualmente, en el art. 37 establece que “desde el momento en que la Sede Apostólica esté legítimamente vacante, los Cardenales electores  presentes esperarán durante quince días  completos a los ausentes (…) Pero pasados al máximo veinte días desde el inicio de la sede vacante, todos los Cardenales electores presentes están obligados a proceder a la elección.” Lo que quiere decir que, desde el pasado día 28 de febrero hay que esperar un mínimo de quince días y un máximo de veinte antes de proceder a convocar Cónclave.

      Todos sabemos que los Cardenales, durante el Conclave, deben permanecer en la Capilla Sixtina (número 9 del plano) hasta que se elija un nuevo Papa, pero, en este caso, una de las reforma que introdujo Juan Pablo II en la Constitución es que hace referencia a que los Cardenales deberán permanecer en la Ciudad del Vaticano, no exactamente dentro de la Capilla, de hecho, se construyó la llamada Domus Sanctae Marthae (número 57 del plano), a fin de que los Cardenales llamados al Cónclave pudieran alojarse mientras dure dicha elección (art. 43 CV). Pero, que pasa si algún Cardenal se pone enfermo o le surge algún problema grave que le obligue a abandonar la Ciudad del Vaticano?, bueno, en principio puede hacerlo, si es por enfermedad hasta su recuperación y si es por otro motivo, bajo el reconocimiento de dicha causa por la mayoría de los electores, puede salir otra vez y regresar para volver a tomar parte de la elección, no obstante, dicha elección no se parará por la ausencia de dicho Cardenal, esto es, se continúa con las votaciones sin pedir su voto (art. 40 CV).

      Desde el momento en que se disponga el comienzo de la elección, hasta que se anuncie públicamente que se ha realizado la elección del Sumo Pontífice, todos los Cardenales deberán de abstenerse de mantener ningún tipo de comunicación con el exterior (de hecho se les confiscan los móviles y demás aparatos electrónicos a este efecto), de hecho, establece el art. 45 de la CV que, todas aquellas personas que no estén al servicio directo para satisfacer las necesidades personales y de la oficina relacionada con el normal desarrollo de la elección que, casualmente, encontraran a algunos de los Cardenales electores en tiempo de la elección, les está absolutamente prohibido mantener coloquio, por cualquier medio o por cualquier motivo, con los mismos, de modo particular, se deberá cuidad que nadie se acerque a los Cardenales electores durante el traslado desde la Domus Sanctae Marthae al Palacio Apostólico Vaticano. 

      No obstante y el relación con lo que he comentado antes, se entenderá como personas al servicio directo para satisfacer las necesidades personales, las siguientes:

-          El Secretario del Colegio Cardenalício, que actúa como Secretario de la asamblea electiva.
-          El Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontifícias con dos ceremonieros y dos religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia.
-          Además, deberán estar disponibles algunos religiosos de varias lenguas para las confesiones.
-          Dos médicos para eventuales emergencias.
-          Así como el número suficiente de personas adscritas a los servicios de comedor y limpieza.

       Osea, que eso de “extra omnes” no es tan “extra” como se piensa…            

       En fin, ya están todos los Cardenales Electores y vamos empezar el Cónclave (cum clavis, bajo llave), pero antes, tiene lugar por la mañana una solemne misa votiva “Pro eligendo pontificem” (para la elección del Pontífice), normalmente presidida por el Cardenal Decano, en la que se pide a Dios que ilumine las mentes de los electores, después, se dirigen todos en procesión desde la Capilla Paulina,  a la Capilla Sixtina (ambas en el Palacio Apostólico y separadas únicamente por la Sala Regia), donde, con carácter previo, se habrá llevado a cabo un “barrido electrónico” a fin de que no sean instalados medios audiovisuales de grabación o transmisión al exterior, de hecho, el párrafo tercero del art. 55 de la CV dice concretamente: “Si se cometiese o descubriese  una infracción a esta norma, sepan los autos que estarán  sujetos a graves penas según juzgue el futuro Pontífice”, no especifica cuales serán esas penas, pero, que lo sepan los que lo intenten…

        Una vez prestado el correspondiente juramento solemne por cada uno de los Cardenales (de guardar las normas que rigen el Cónclave, cumplir fielmente el ministerio petrino en caso de ser elegidos, y mantener el secreto de todo cuanto se refiera a la elección del nuevo Pontífice), leído conjuntamente y ratificado de forma individual ante los Evangelios, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias da la solemne orden de “Extra omnes!” (¡Fuera todos!), indicando que todos aquellos ajenos al Cónclave deben salir del recinto. Sólo permanecen él mismo y el eclesiástico encargado de predicar a los Cardenales la segunda de las meditaciones sobre los problemas de la Iglesia contemporánea. Terminada ésta, tanto el predicador como el Maestro de las Celebraciones deben salir también. Las puertas quedarán cerradas y con Guardias Suizos protegiéndolas.

          En fin, que como he comentado antes, dado que ha sido abolida los modos de elección llamados “per acclamationem seu inspirationem” (por aclamación, lo que se ve en la peli de Angeles y Demonios) y “per compromissum” (por compromiso, la elección por compromiso tenía lugar si “en determinadas circunstancias particulares, los Cardenales electores encomiendan a un grupo de ellos el poder de elegir, en lugar de todos, al Pastor de la Iglesia Católica), la forma de elección será únicamente “per scrutinium” (por escrutinio, a través de la votación, individual y secreta, de los Cardenales electores).

        La Constitución Vaticana prescribe que se deben realizar dos votaciones cada día, además de una votación la tarde en que comienza el cónclave. Para que sea válida la elección debe contar con dos tercios de los votos. El artículo 74 prevé que, si después de 24 escrutinios los Cardenales no consiguen ponerse de acuerdo sobre el Cardenal elegido, podrán decidir por mayoría absoluta el modo de proceder, pero nunca se deberá prescindir del requisito de exigir mayoría simple para que sea válida la elección.

          Después de cada elección se queman las papeletas. La tradición indica que los Cardenales provoquen con paja seca o húmeda que el humo sea negro, si no se ha elegido al Papa, o blanco si se ha elegido al nuevo Romano Pontífice: es la conocida fumata negra o fumata blanca, que suele ver el pueblo romano desde la plaza San Pedro.

            Una vez elegido, el Cardenal Decano pregunta al elegido si acepta su elección canónica como Sumo Pontífice. Si el elegido que es Obispo acepta, desde ese momento adquiere de hecho la plena y suprema potestad sobre la Iglesia universal. Una vez que ha aceptado, le pregunta el nombre por el que quiere ser llamado. Si el elegido no es Obispo, se procede inmediatamente a su ordenación episcopal. 

            Lo del cambio de nombre del Papa no es obligatorio, como habéis visto, el Papa puede escoger su propio nombre de bautismo para ser llamado. Esto de cambiar los nombre viene del siglo VI, cuando fue elegido Papa Juan II, cuyo nombre de bautismo era Mercurius y consideró que ese nombre era demasiado pagano para ser llamado así, siendo el primer Papa que se cambio de nombre.

            En fin, tenemos al Papa Electo, ha elegido nombre y ahora lo trasladan a una pequeña sala que hay en la Capilla Sixtina (si miráis de frente al Altar de la Capilla, es la puerta que hay a la izquierda, es decir, la contraria a por donde se entra a la Capilla desde los Museos), llamada “Sala de las lágrimas” en donde se procede a vestir al Papa de blanco… Por qué se llama Sala de las lágrimas?, bueno, dice la tradición que allí el Papa irrumpe en sollozos y llantos al ser consciente de la responsabilidad que embarga a quien tiene que tomar las riendas la Iglesia. 

            Los Cardenales a continuación le rinden homenaje y le prestan obediencia. Después el primero de los Cardenales Diáconos -es decir, el Cardenal Protodiácono- anuncia desde el balcón de la Basílica Vaticana al pueblo reunido en la plaza de San Pedro la elección del nuevo Papa, usando la tradicional fórmula: “Anuntio vobis magnum gaudium: habemus Papam!” (Os anuncio una gran alegría: Tenemos Papa!). El Romano Pontífice imparte la bendición Urbi et Orbi y ya hay nuevo Papa.

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